martes, 11 de noviembre de 2008

Gramática

Para mi la gramática es asunto de científicos (y gentes de ciencia positiva) y de filósofos, lenguaje que posee una sintaxis lineal, fría y pesada. En cambio, me vengo afanando en destruir el lenguaje para crear otro, como en zigzag, produciéndose así un juego sintagmático de las palabras sin perder la fuerza, el sentido, la verdad, lo que soy en decir lo que tengo que decir: sonidos huecos y truncados en disonancia de asociaciones finitas.
La gramática no se hizo para mí vivirme, ni la identificación de un verbo, de adjetivos, sustantivos, gerundios. No puedo señalar si este o aquel es tal cosa —y no es que no sepa estas cuestiones, sino que me opongo porque me atan, me esclavizan a normas y leyes, y yo necesito la libertad si no moriría apenado.
No sirvo para identificar sino para nombrar: solo nombro y con esto me basta. También los modos y los tiempos me tienen sin cuidado.
Por eso el arte que creo crear son curvas, bucles, espirales, no importa mucho el orden: es mi manera de decirme, palabrearme; pero en toda esta catarsis de enredamientos hay armonía como el ritmo del jazz que es disoluto en sí para formarse en una gran belleza rítmica, llena de un lirismo puro y sagrado convirtiendo un marchito lirio en un ave llena de vida.
No es menos provechoso acabar con esta frase: «Obedezca a la gramática quien no sabe pensar lo que siente».

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