miércoles, 16 de septiembre de 2009

Más cuentos hasta la irritabilidad

Collage para museo
(Instalación)


De repente aquella espera infinita
me resultó tan dolorosa que quise
abandonar el presente.

Orhan Pamuk


La imagen está ahí. Tan ridícula y sin sentido. Un monosílabo alternándose en la fresca posición del ojo, de tú ojo que mirará los tiestos y los clavos adheridos a la pared del fondo y será de un color verdinegro jactándose de los miembros esparcidos a pedazos, tan triste de retinas ausentes empequeñeciéndose al tacto, al sabor de la pose y el estandarte. Las manos, tus manos aparecerán por el extremo inferior derecho, un bostezo afilado agrandándose en la oscura sensación del aire en los excusados y las tiernas entrepiernas de vírgenes melancólicas de amor, garabatos de tigres y leones mudos como gatos maullando la feliz suspensión de las ratas y los corderos de migas de pan rancio y gusaneados, esas manos tuyas al límite de los huesos llameados triturarán el vacío, pronto, pronto los dedos son esos infinitos presentes destilándose en el nombre del aguardiente en el estómago drogado de conciencia y pestilencia. Ya a tus brazos le faltarán el esfuerzo de hacer o harán por quienes tienen que hacer las construcciones, las autopistas, los puentes, entre otras similitudes de antropología con hombros de gladiadores desgarrados por lanzas y espadas en la era de las inquisiciones. Vuelvo a tus brazos esperando la expectación de algo valioso para colgar desde el quicio de una ventana la caricatura de un demonio ángel hermafrodita dudando en cada gesto el don especial de la risa y el pestañeo —hermoso boquear— de la luz apagándose lentamente en tus pies descalzos o cubiertos que andarán cada forma y fondo detenido en el pozo del deseo que todos anhelamos a pesar de nuestras condición de enfermos. Aquellas piernas magulladas te surgirán por el lado superior izquierdo, más arriba del viento, resultado de números triturados con un mortero y un aeroplano en una explosión de polvo mirando aceras y fachadas de edificios que te poseerán como si tú fueras un objeto sin valor, pero que en realidad tú los verás a ellos en la teología de una canción taumaturga por los que lloran un día de lluvia derramada de las ingles tal cual un hueso prehistórico danzando una y otra vez en los escaparates de las tiendas y la fenomenología del contraste y la dilatación ajena a esta distancia hueca metiéndoseles por las venas a quienes olvidan el grito del no o el sí durante el proceso de los tanques y los clavos en la pared para instalar tus genitales a campo traviesa o a fuego cruzado en las trincheras y las ruedas que frenarán después del golpe húmedo o el lazo en tensión apretándote el dorso, desintegrándose tú torso al abandonar por esta vez el quejido de un seno que te retumbará en los oídos para que nosotros encontremos la manera adecuada o la perspectiva para verte mejor de este lado desde arriba. No tienes escapatoria para lo que fuiste creado. Sí, se te va a salir el corazón por detrás, por la nariz, por los poros, por donde mejor te apetezca pero que a mí se me antoja que tu bello corazón tan idéntico al universo será la dolorosa procedencia de pulsaciones bélicas o psicodélicas saliéndosete por las uñas amoratadas como una sola voz de alquitrán aplastada en la pared de fondo verdinegro que te irá comiendo poco a poco la cabeza separada por tus manos que te agarrarán por el pelo, te lo halarás tan fuerte que el cuero cabelludo podrá ser arrancado de cuajo como si un aborigen norteamericano después de matarte te cortara la melena con todo y cuero, y lo alzará en grito de victoria como trofeo de guerra surgido de tus mismos sesos regados por todo el lugar, por todo este ambiente enrareciéndose en tú ojo único siendo un ave tuya volando por los aires a emigrar a otro cielo pero bajo el peso del rugido de una puerta corrediza o la levedad de las gentes que te llevarán a tu propia fuga de títere y que no es más que el temor a este pedazo de sombra colgada en tu alma aguantando el aroma áspero de un cuerpo destrozado. La imagen está ahí, un monosílabo grotesco tendido como los restos de un muerto presumiendo el dolor de los boxeadores al ser derribados a puñetazos en sus narices chatas porque la sangre emanará de la fuente de Narciso, mito fundado en la réplica de un monstruo halando una piedra infinitamente sin descanso, el mismo hecho pero con mimos diferentes al margen de esta historia manoseada y desmantelada por los cuatro puntos de Occidente a Oriente sin el sentido correcto de los perros y los místicos. Entonces tu cuerpo, ese cuerpo tuyo no reaparecerá entre las flores y las hierbas, sino por las plantas de los pies porque de ahí aunque no se quiera reconocer sacamos la última voluntad, el novísimo esfuerzo para ser ante la maniobra de salvar nuestras vidas por instinto. Por eso ni siquiera duraríamos la mitad de lo que nos toca vivir en este vasto presente de tiempo mejorado por los altoparlantes de los directores de cine o las guaguas anunciadoras de vegetales, un conocimiento hecho por encimas y bacterias, por virus e infecciones de luz rayada al final de una página ensangrentada, en cada colofón o partitura, al lado de cada biografía o epígrafe de una teoría en el abrazo tierno de dos amantes. Mírate u obsérvate, comoquiera, tumbado o tirada largo a largo durmiendo soñando con nada tuyo, sin tus miembros como si de veras fueras un soplo, un simple suspiro de un niño al salir del vientre de una pobre mujer. Allí tú nada eres, algo ciego, la luz y el ruido te han cegado y ensordecido; algo no visto, invisible y esta invisibilidad produce la visión de verte esta imagen sin espacio porque lo eres todo, uno con tu creencia como una instalación de un artista sin manos, sin piernas, sin ojos. Qué crueldad tan sofisticada, tan de vanguardia impresa en un periódico de tours para fines de publicidad o en una revista cada cierta publicación para cubrir o rellenar una columna y para que esta se vea apetecible y nutritiva, así la podemos digerir por tú ojo. Ya no qué paz me da miel si los pies van al sol. No da la piel la vil voz del post o el fin ve al fin tú ojo colocándose en el centro del collage para definir cada gesticulación calculada meticulosamente. La imagen está ahí degradándose en cada objeto compuesto por los avatares de tu conciencia ajena a esta instalación para museo. Una mina te ha explotado bajo tus pies.

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