martes, 15 de diciembre de 2009

De otros y otras al borde de la lengua en su final










Inauguración de la arquitectura

Hay sapos lamiendo mi lengua,
la fábula redonda aparta el estruendo
en mínima reducción del sexo.
Catan las feas bestias, máquinas bellas,
y la eléctrica sombra de un ala torva en la laguna
de las putas hace penetración a su llegada.
Avecina la cosa yerta y abrevio los nexos
para justificar a la soledad del tiro al blanco
ante mi arma propia de acabarnos nulos.
No me sorprende lamer mi nuca
ni cantar por amor el instinto de mirra
o procrear el sexo de mi sexo hembra
en la yerta cosa de los liliputienses.


Composición amoral

¿Acaso no sería la nada de ti mismo
en mí mismo inmensidad?
¿Por qué la duda cobarde del no
o el personaje desconocido de Peter Pan
en la maratónica infinidad de Nietzsche?
¿Acaso no seremos interrogantes del acaso
en un viento de profeta y colinas a un tiempo?
¿Somos tan torpes y ciegos elípticamente?
¿Pasamos desapercibidos sentados en un retrete
melancólico de tecnología invertebrada?


El circo de la imparcialidad

Desde que agarro un libro frente al jardín
explota la música de enfrente,
es como si el tipo de la radio quisiera
—sin verme— silenciarme al ver que río por otra parte.
Aborrezco constante la melodía de los amplificadores,
odio al tipo hollywoodense adaptado a una rata turista.
Desde que cierro el poema camino a la habitación
y deja de perturbar la música de enfrente,
es como si todo acabara en mi partida.


Un día de lluvia

La breve historia de los anónimos de nadie,
todos alcanzamos la verdad,
todos la decimos a través de espejos y resonancias,
en cada hueso estigma o estrategia de átomos
en la jurisprudencia del fenómeno.
A los perros y a las víboras
que se arrastran en nuestros corazones:
la ebriedad de mi dedo pertenece a los roces.


Infame herencia aeda

Lavan mis pies los dioses de arena y polvo.
Caigo en el torrente de espuma con tal ruido,
estrepitar en conjeturas rompiendo
el destroce de laicos y estamentos.
En mi descarne he visto la negra ola de los fraudulentos.
Apolo por fin vomitará el perplejo afán
del infijo de yodos y biopasajes,
aromas tiernos, lumbre necrófila
de los dioses que lavan mis pies.


Mensaje fondo de una predestinación

Instalo las rocas sobre la yaga,
en esta herida a manera de vínculo
para detener el flujo imberbe de los gnomos y las sirenas.
¡Cuánta desesperación al ver ocupar
el reptar de este reptil magma!
¡Oh mito de catacumbas!
¡Laconismo al moler la tectónica espesura!
Desde allí desciendes, quizá de mi rostro en concierto,
pero si sangro merezco por dios
o por ser oscuramente humano.
¡Qué espero, qué botín antifaz he merecido!
¡Qué nos espera a pesar de no nombrar lo indecible!


Velero en masa de agua

Trato de soñar la lluvia y el mar,
padezco ocasiones y caminos sobre gotas y faros.
Allá la fortaleza y el vino de nuestro pacto,
de este poder oculto en la transparencia.



Noche ante un quinqué en San Luis

Las simulaciones de Van Gogh
van de sombras, en trazos de círculos a rayas vivas
y el cuarto nos traga espejos
por donde aparecen los quejidos
y la trayectoria de un delfín y un dios aborigen.
De ahí emergemos olas o espumas negras
devorándonos en la orilla con los restos de París
y en los gestos de Kafka.
Un abrazo de planetas sofocándonos
en las identificaciones de las rutas
y los letreros con errores ortográficos.
Me derramo en ti de mí,
poseyéndonos en pinturas y copias exactas.


Frente a los restos de un barco encallado

Podré perder la vista en todo,
aquellas oraciones me saben a muerte,
al definitivo romper de nuestro encuentro
en esas migajas del desayuno
derritiéndose en nuestras bocas.
Así es la vida tan yo no sé qué
si nos perdemos uno o muchos en todo;
pero podré quedarme ahí sin reconocernos,
sin verte en mi afanar rupestre
cuando muera tu imagen última de la vida.


Regreso a la teología de las manos

Qué escribes sin verbos o pronombres
aliados a las hojas de la quiromancia,
en el color de tu nombre qué pintas
o en la luz del incienso sin comparecer en noches
y días intitulados por la marihuana.
Qué artículos de pasquines y franjas prefieres
si ya el temor me suena a maleficios,
a dopaje, a jóvenes mancilladas y alquimia.
Te escapaste por rumbos sin salidas
a cobijarte en cielos turbios para regresar.


Transparencia

Aliémonos en franquezas
y por eso decimos si bien parecemos infames,
si el odio nos fulmina
y duela reconocer la comparecencia
ante nuestras caídas o levantamientos,
vayamos a pactar por quienes sufren en pureza o aman.
Por quienes prefieren decirse
aunque las palabras los acaben.
Por quienes se entregan sin condiciones
o por los que gritan o lloran.
Por quienes aseguran la convicción del amor
aunque mate porque salva.
Hagamos un pacto por la humanidad
y el color de la esperanza.


Mientras mirábamos las olas en las tinieblas

Nombramos las apócopes de la caracola y la mentira,
por una vez detente fríamente
para ver el estruendo de las imágenes
blancas venidas de la oscuridad.
Sentados en la playa
nos invitaremos a llorar en arenas y música,
desnudos para compartir una vez menos
a Girondo y sus autorretratos.
Nosotros alcanzamos el rictus
de negros ángeles perpendiculares
como aquellas viejas heridas uniformes llenas de marasmos.
Denominémonos sin poder liquidar
el cuajo de las luces de los antepasados.


Espera en la habitación

No hubo salobridad por horas
y los corazones entumecidos
estaban colgados del grifo y el espejo.
Era la hora de los bordes y los filos,
así construíamos el deber morir
por los huecos y el gemir de la levedad.
Nos atamos en simulación de asombro
a lo incierto de las cosas,
no vimos ni escuchamos
la voz de los muertos en el escepticismo,
de esas hijas e hijos tuyos y míos perturbándonos
y encaminándonos en los desencuentros.


Fundición de los cuerpos o presagio

Caminas la ancha avenida sin sospecha,
viendo a los travestis esperar su momento
para rendirse ante los sueños.
Llegas y te desvistes a beber la dulce vianda,
convulsionas sudada en ritmos
de mareas y menstruación,
chorros de huesos pisoteados
o machacados por la lengua y el sexo.
Siempre nunca amante de los pronósticos,
vuelas de tus retinas a mis retinas,
de tus pasos a mis pasos
andando la misma avenida.


A Aled cerca del desierto de Atacama

Voy con la mejor oferta a rendirme,
ofrendo a tu canibalismo mi corazón pobre
—a la sutil desesperación de reptil—,
liquen azul de la tormenta,
paz moribunda de la fiesta y el luto.


A distancia casi sin ver los desencuentros

Clandestino el silencio mujer de duendes y centauros.
Presiento en cada retrato tuyo esa copia inexacta,
la verdadera forma en el proceso de la tipología:
una flor, un pájaro asechando el vuelo del vuelo,
un aire preguntar del relámpago en brotes de peces y lamentos.
Mentimos y callamos en este devorar sincero por los soplos,
en cada rincón del aposento que nos resguarda.


Sellos postales

El papel me lo ha entregado a las doce,
no importa el día o de noche o luz.
Es de novela la visa de las manos
cuando la lluvia empieza a derretir
el encabezado o la pitanza del ave
encubierta por las rendijas de las palabras.
¡Mayúsculo albedrío el no rehacerse
en los entarimados sombríos!
Maldigo el desafío de no poseer el coraje
de meter los sellos en la misma libreta
de un retrete público, a ver si así
nos encaminamos nueva vez al lugar
de origen para vernos tecnócratas,
para padecer el mal de los espejos.


Espumas en el parque

Los nubarrones empiezan a arder en mis retinas,
han dejado de no emerger de los charcos
como la deformación de un iceberg
en el desierto de Kalahari o Atacama.
Van descendiendo y elevándose los ríos,
aquellas reformas estalagmitas floreciendo en pies
y esos charcos se abren por mi rostro,
por mis costillas y mi vientre
como si Jack el Destripador me acuchillara
miles de veces para vaciarme.


De otros y otras

Este astro muta en vivo
y bajo el lagrimar de los embriones crece,
se extiende en un ahogo plata en las sales y las olas
y el terrorismo ausculto en cada pena mía,
un decurso tecnológico detrás de la pared.
Hay sicodélicos ritmos en ese cielo de simulación,
en los rostros, en nuestras miradas,
en todos lados yéndose por musgos,
líquenes y azules amarillos ya sombras de otros y otras,
en cada lluvia invento de las calles
o ese San Luis a pleno sol
desdibujando la procesión de un miércoles
escrito en el amor y la sangre.


Cielo de tierra

Todas las tardes desde hace tres días llueve,
cada tinta que cae anhela un noviembre,
dibujos amatistas en el viento
y se enrarece una silla verde apostada en la acera
esperando que la baba se acomode en un naufragio.
Toco texturas,
fondo de lengüetazos tuyos en Juno
o Montserrat desvestida en desamor,
de restos nunca aplastantes
de la loca agua precipitándose a este cielo de tierra.


Miro mi ojo

Hace tiempo voté por los vuelos al atardecer,
canté tu canción en mil voces a una
para transformar las estupideces
de los programas de siete a diez.
Reí por mí y ustedes
a cuesta de dos frases extrañas:
miro mi ojo,
sueño los postes urinarios de la infancia.
Iré a preguntar por los clientes de las tiendas,
por aquellos fantasmas comestibles adornando los tramos.
Deséenme suerte por votar ante los capiteles
que no pueden mirar un poco hacia aquí
escribiendo catarro o tuberculosis a dos centavos de dólar.
¡Ay, me come las encías antiaéreas!
Me devora el puerto y el dolor del gusano.


Ciudad sin vidas

La ciudad,
esa de años intermedios nos arrastra a no ser nuestra
en un verso a ritmo ausente de embates.
Esa urbe en cada prolongación nos sepulta en la añoranza
de perdernos en San Luis o en los vitrales de las tiendas.
¡Por fin he comprendido el destino!


Porque las calles son nuestras

Noches como esta podré creer en el sexo
sabor a tu lengua sorprendida
en las esquinas de la ciudad de siempre.
A cada oportunidad nos halamos
para entregarnos uno sin ver la blanca
oscuridad de las calles testigos.
Es tan pasmosa la ausencia de las gentes
cuando nos miramos,
pero esta complicidad nos une a todo,
a la elaboración de los nombres y la esperanza.
Noches como esta burlé los rostros en los cafés,
el discurso de los manifestantes
y te conozco en risas y lágrimas,
en los pasillos rutinarios de los miércoles.
Así nos vimos en despojo
por los tiernos acasos de azul.
Noches como esta grité el negro amor
metiéndosenos por todas partes,
en esta forma macabramente de sernos y amar.

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