jueves, 27 de noviembre de 2008

MIS 2 MALDICIONES

Sistema homogéneo intersticio de inspiración




Mis amigos y amigas mejor que nadie saben de mis preocupaciones, agasajos y demás sistema del ser apolillándome la existencia. Sobre todo Daniela Cruz y Carlos Núñez. Estas personas son mis cómplices al igual que los fantasmas y demonios circundándome en todas partes. Claro, esto se los podría aclarar cara a cara, pero hay otros intersticios prioritarios.
En primer lugar está el ser en sí. Lo demás sería para sí.
El tema, vastamente manoseado, de la Inspiración, inmerso por un lado pero por otro no. Es decir, se presta a muchas definiciones inestables, propensas y personales. Hay “Escritores” que se les han ocurrido dar sus enunciaciones, que en parte son de coexistencias, relaciones, y raras veces, ellos, los teóricos, coinciden, de modo que, cada uno posee variaciones en cuanto al asunto en cuestión. Esto se debe —así lo percibo— porque la (creación) inspiración es distinta en cada artista de la palabra, o en general a todas las artes de creación.
Por un lado debo de referirme del cómo llegan a mis sensaciones (tacto, oído, vista, gusto, olor y en converger de estos sentidos en otro que le llamo abstracción de imágenes o aislamiento del mundo concreto en sí para llegar a un estado de sensibilidad plena, o mejor dicho: “donde se detiene la acción”. Porque existen en cada pequeña cosa y por vía de estos sentidos puedo ver las imágenes inquietantes, la autentica poesía desgarrante y perturbadora. Puedo, a partir del sonido, diseñar figuras o criaturas que rumian; con el tacto, por tantear objetos, de ellos extraigo el arte de deleitar a mi espíritu.
Deberé explicar esta visión absurda que se presta en todo sentido a lo universal. De poeta a poetas, de poeta a lectores, debemos de aprender a comprender cada modo de cómo decirnos y de cómo se concibe la idea patética; y, este análisis a priori, es una disyuntiva para conocerme mejor, para aprender a aprender a vivirme mejor como ser humano que hace uso de la palabra como liberación.
¿Qué límites hay en mí al instante de escribir cuando me asalta la inspiración para concebir una obra de arte? En mi caso particular, existen dos formas dichas más arriba.
La primera es la relación de los objetos en cuanto generan ideas propias en sí en el sujeto pensante, traduciéndolos a símbolos. Pues así reaparece otra realidad terriblemente hermosa artísticamente elaborada. Por ejemplo mi poemario (ya diseminado en varios de mis libros inéditos) que obtuvo el segundo lugar en un concurso de literatura a nivel nacional hace unos años, es de esta naturaleza, o sea, que los poemas allí encontrados no nacieron como un fin tal, sino, que pude darme cuenta de una historia fundada en los poemas, aunque se escribieron en distintas épocas. También resulta que cada poema, en cualquier circunstancia, tiene su ficción propia. Pero así mismo entra en este apartado los objetos-palabras o palabras-objetos no tangibles a la realidad: amor, dios, muerte como ser, tiempo, por solo mencionar algunos conceptos ejemplos como temas fundamentales de un texto poético, en este caso especifico, y no tan solo poesía, sino en cualquiera de los géneros literarios o de artes visuales.
Ahora bien, escribo sobre estos temas sin ninguna historia previamente concebida, por consiguiente, se hacen difíciles de fusionarlos en una obra de arte en sí, siendo gestados en sí como poemas individuales.
Hay otra obra de mi autoría —la única publicada hasta el momento— llamada Otra forma para morir que se acopla perfectamente a lo planteado. En ella se expresa un mismo único tema, pero con algo diferente, a saber: 1) la forma como se dice; y, 2) los puntos de vistas existentes en ellos. Hay otros textos con estas dos características del ser en sí, solo que necesariamente hay que dividirlos por capítulos o apartados similares para complementarlos en un texto con el acabado del tema que se trate.
En otras instancias puedo hacer interrelaciones de un tema principal con varios subtemas, donde permanece la disonancia. Por ejemplo: sexo y muerte, locura y cotidianidad, metafísica existencial y dolor, entre otros.
En segundo lugar se encuentra la reciprocidad del sujeto en cuanto genera ideas para sí propias de los objetos, desvirtuando la realidad como en el primer planteamiento: se recrea, surgiendo otra realidad diferente de un hecho u objeto específico. No cabe aquí —desde mi punto de vista— subtemas o poesías traídas a correlación, sino que, un hecho u objeto tangible, real, no palabras abstractas, sostenga en alto una historia, sin desvío, llevada a un escenario poético; incluso, ni hablar que un poema cuanta una historia en sí. Ciruela —premio de poesía Alianza Cibaeña, 2006— es un poemario con estas cualidades. ¿Por qué lo concibo de esta manera? Simple, verán, a principio del 2004, en la radio, no dejaban de denunciar el caso de unas niñas prostituyéndose a plena vía, entre la Estrella Sadhalá y 27 de febrero, de la ciudad de Santiago. El horario de las operaciones de las niñas [cueros] variaba de once de la noche y cuatro de la madrugada, hasta le tenían un apodo: Las mamacitas; imagínense, no lo podía creer. Qué sorprendido, estupefacto por tal acontecer quedé, pero en verdad, en esta época nada debería de alarmarme, y tuve que ir a verlas actuar y hablarles para confirmar propiamente tal dejadez degradante. Es totalmente aberrante, mezquino y usurpador, y nadie hace nada para corregir esta anomalía. Apenas la mayor debió de tener como algunos 11 años y la de menos por los 9. Y no lo tomé a pecho como parece, sino que le puede suceder a cualquier niña desposeída de nuestra sociedad.
¿Por qué las autoridades de aquel entonces no actuaron —porque lo sabían— en resolver el problema? ¿Acaso, habrán señores (as) de la “Alta y media Alta” s(u)ociedad burguesa que buscan comprar esta clase de placer para suplir o satisfacer sus apetitos sexuales enfermizos de tan degradante modo? Créanlo, estas niñas se condicionaron a sus circunstancias de calidad de vida vendiendo sus cuerpecitos por la miseria de unos cuantos pesos; y lo fatal es que veían esto, lo sentían con sumo agrado y como si laboraran en sus empleos. Pero los papás tienen mucho que ver con todo esto, digo si lo tienen, porque aquellas mujercitas eran huérfanas. Jamás he vuelto a ver a esas niñas en aquellas escenas desgarradoras, auque sé de países africanos donde la cosa es mucho peor —y no estoy justificando el agravante, sino que es un aliciente para no permitir que esta práctica continúe. Por eso, “con los pequeños mal entendidos de la realidad construimos las creencias y las esperanzas”.











Principios o praxis del yo o los yoes poéticos




[Yo me] Soy un poema andante

(Carlos Reyes)


Todo cuanto existe ocurre, así es. Pero hay días que mis latidos o pulsaciones de mi corazón se encierran en grades tormentos. La luz de la vela decide jugar con el viento. El viento con la llamita de la vela. Un zigzaguear prontuario, un vaivén desiertario y cavernícola; igual seria el vuelco de la aseidad en mí y los analíticos. Solo en el sueño hallo un poco de sosiego. Por lo menos debería de ser así. Estos principios o sumatoria de los principios reside en la inocencia.
Creo que todo pensamiento humano de por sí son buenos por esencia y a la misma vez practicables.
Todo pensamiento humano, concebido en nuestras mentes, es a modo del ser poético, bueno, aunque su naturaleza sea malvada o no. Solo es buena acción aquellos pensamientos ejecutados en la realidad objetivada de la poesía; y de cualesquiera que sean sus circunstancias, benéfica o criminal. Sería buena por el solo hecho de llevarse a la práctica.
Pero como todo acto humano posee sesgos —ya en nuestros pensamientos, ya en los actos— ante la sociedad, siendo una categoría de juicio de valor moral. Para despojarme de tal categoría solo hago en mi interior, ser hombre único. No existe nada más que yo como vía de alcance a lo sublime. La sociedad como categoría de valor moral decide lo que está bien o mal como un conglomerado de la existencia. Esto conlleva a valores múltiplos venidos desde las épocas ancestrales, místicas y mitológicas.
Mi decurso poético está vedado por estas objeciones de costumbres y leyes sociales que nos permiten medirnos, en cuanto ser humano nos referimos, por no liberarse de la domesticación perniciosa a que nos han sometidos; pues el “qué dirán los demás” nos lleva como supuestos entes racionales a proceder a conductas establecidas. Y esto estaría obstaculizando la practicidad del pensamiento en sí, que es subjetivo e inconsciente.
Este sistema de praxis bilateral o multilateral expone varias razones sistemáticas en el acontecer poético:
A) Solo existo; B) La libertad liberada; y C) El devenir pensado. Entonces aparece otra barrera para el proceso desarrollado del pensamiento como objetividad poética, y es la Libertad liberada, que en proporciones desmedidas —ateniéndonos a los valores de la moral social— puede, según, incurrir en el llamado libertinaje. El libertinaje no es más que la falta de respeto a alguna cosa en los actos. ¿Cómo enfrentar esta problemática —según la definición— para no caer en el libertinaje? ¿Cómo mostrar la vía más factible a que el sujeto pensante y libertario haga su praxis en la real objetividad poética como pensamiento tal sin dejarse arrastrar por el susodicho libertinaje? Pues será preciso hipotetizar la idea en sí. No todo exceso es dañino moderadamente —esto por lo moralistas— porque en la poesía [o pensamiento poético] no existe la moderación, mientras mas libertina es, su condición y esencia se revitaliza. La comunidad del pensamiento poético debe de apropiarse de lo infinito, del rompimiento de un hecho. Es decir, de aquello que no pasa, que no acontece, neutro, entre causalismo y efectismo. El libertinaje en la creación artística —en mis orbes poéticos— es la razón de ser. De modo que, no debería esto preocuparnos, sino lo pensado en hacerlo practicable en la obra en sí, porque aquí se descubren los sin sentidos de esa realidad normal que todos llamamos vida.
El ser pensante no tiene porque elegir el momento para poner en práctica sus ideas pensadas, al contrario, el momento lo elegirá a él. Cuando la acción es efectuada no se debe de evaluar si es buena o mala, sino que se tome en cuenta la realización del pensamiento como practicidad del sujeto en una obra de arte.
En conclusión no se juzga si existe o no el libertinaje por exceso o por exageración de la libertad liberada en cuanto ser poético. El texto en sí subsiste como tal. Cuanta solo la existencia del yo poético enfrentada en su propia objetividad subconsciente e inconsciente. Solo la inocencia permite la creencia creativa, porque la inocencia no admite culpabilidades. Todo lo realizable por el sujeto pensante (o yo poético) actúa sin culpabilidad en la acción no acontecida, que es categoría exclusiva del bien por carecer este de contrarios: solo existe el bien, lo demás es ausencia de esta categoría única como energía vital del yo poético o sujeto pensante.



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