Constantino Kavafis
LA CIUDAD
Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón —como un cadáver— sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.
Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí".
Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.
ÍTACA
Cuando salgas en el viaje, hacia Ítaca
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al irritado Poseidón no temas,
tales cosas en tu ruta nunca hallarás,
si elevado se mantiene tu pensamiento, si una selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
y al feroz Poseidón no encontrarás,
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma no los yergue delante de ti.
Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con cuánta dicha, con cuánta alegría
entres a puertos nunca vistos:
detente en mercados fenicios,
y adquiere las bellas mercancías,
ámbares y ébanos, marfiles y corales,
y perfumes voluptuosos de toda clase,
cuanto más abundantes puedas perfumes voluptuosos;
anda a muchas ciudades Egipcias
a aprender y aprender de los sabios.
Siempre en tu pensamiento ten a Ítaca.
Llegar hasta allí es tu destino.
Pero no apures tu viaje en absoluto.
Mejor que muchos años dure:
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Ítaca.
Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Otras cosas no tiene ya que darte.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te ha engañado.
Sabio así como llegaste a ser, con experiencia tanta,
ya habrás comprendido las Ítacas qué es lo que significan.
FUI
Me desaté. Me abandoné del todo y fui.
Hacia los placeres, que medio reales,
medio imaginados en mi cerebro estaban,
fui en noche iluminada.
Y bebí licores fuertes, como
los que beben los temerarios de la voluptuosidad.
LA MESA DEL LADO
Apenas tendría veintidós años.
Y sin embargo estoy seguro, que, hace casi esos
años, este mismo cuerpo lo gocé.
No es en absoluto una exaltación del erotismo.
Y sólo poco rato antes entré al casino:
no he tenido tiempo para beber mucho.
El mismo cuerpo yo lo gocé.
Y si no recuerdo dónde -un olvido mío no importa.
Ah mira, ahora que se sentó en la mesa del lado,
conozco cada movimiento que hace -y por debajo de la ropa
desnudos los miembros amados vuelvo a ver.
RECUERDA, CUERPO...
Cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado,
no sólo los lechos en que te acostaste,
sino también aquellos deseos que por ti
brillaban en los ojos manifiestamente,
y temblaban en la voz -y algún
obstáculo casual los hizo vanos.
Ahora que todo ya está en el pasado,
parece casi como si a los deseos
aquellos te hubieses entregado -cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban;
cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.
DOS JÓVENES, DE 23 A 24 AÑOS
Desde las diez y media estaba en el café,
y lo esperaba que dentro de poco apareciera.
Llegó la medianoche -y lo esperaba todavía.
Dieron la una y media; habíase vaciado
casi del todo el café.
Se aburrió de leer diarios
maquinalmente. De sus pobres tres chelines
sólo le quedaba uno: en tanto rato que esperaba
gastó los otros en cafés y coñac.
Todos sus cigarrillos se los fumó.
Lo estaba agotando tanta espera. Porque
solo como estaba por horas, comenzaron
a apoderarse de él inoportunos pensamientos
sobre su vida descarriada.
Mas cuando vio entrar a su amigo -al punto
el cansancio, el fastidio, los pensamientos disipáronse.
El amigo le llevó una noticia inesperada.
Había ganado sesenta liras en el garito.
Sus hermosos semblantes, su maravillosa juventud,
el sensitivo amor que entre sí se tenían,
se refrescaron, revivieron, se fortalecieron
por las sesenta liras de la casa de juego.
Y plenos de alegría y de vigor, de sensualidad y belleza
Se fueron -no a las casas de sus honorables familiares
(donde, por otra parte, ya no los querían):
a una casa de corrupción conocida de ellos,
y muy particular, se fueron y pidieron
un dormitorio, y licores costosos, y de nuevo bebieron.
Y cuando se acabaron los costosos licores,
y cuando ya se acercaban las cuatro
al amor se entregaron felices.
DÍAS DE 1901
Esto era lo que había en él de singular:
que en medio de toda su vida disoluta
y de su mucha experiencia en el amor,
a pesar de la habitual armonía
entre su actitud y su edad,
había algunos instantes -pero muy raros
ciertamente- en que daba la impresión
de una carne casi intacta.
La hermosura de sus veintinueve años,
tan probada en el placer,
había momentos en que paradojalmente recordaba
a un adolescente que -con cierta torpeza- al amor
por primera vez su cuerpo puro entrega.
UN JOVEN, DEL ARTE LITERARIO - EN SU 24° AÑO
Como puedas trabaja pues, cerebro.-
Lo agota un placer a medias.
Se encuentra en una situación neurotizante.
Besa el rostro amado cada día,
sus manos permanecen sobre los más maravillosos miembros.
Nunca ha amado con tan grande
pasión. Pero falta la bella consumación
del amor; falta la consumación
que por los dos debe cumplirse con una intensidad anhelada.
(Al placer anormal no se han entregado igualmente los dos.
Sólo a él ese placer lo dominó en forma absoluta).
Y se agota, y se neurotizó del todo.
Por otra parte también está sin trabajo; y esto contribuye mucho.
Algunas pequeñas cantidades de dinero
consigue prestadas con dificultad (casi
las mendiga a veces) y medio se mantiene.
Besa los labios adorados; sobre
el cuerpo maravilloso -que sin embargo ahora percibe
sólo consiente- goza.
Y después bebe y fuma; bebe y fuma;
y vaga por los cafés todo el día,
arrastra con fastidio la consunción de su belleza.-
Como puedas trabaja pues, cerebro.
RETRATO DE UN JOVEN DE 23 AÑOS, HECHO POR AMIGO
SUYO DE IGUAL EDAD, PINTOR AFICIONADO
Terminó el retrato ayer por la tarde. Ahora
lo examina en detalle. Lo pintó con un terno
gris desabotonado, gris oscuro: sin
chaleco ni corbata. Con una camisa
rosada: abierta, para que algo se vea también
de la hermosura del cuello, del pecho.
Su frente a la derecha casi entera
la cubren sus cabellos, sus hermosos cabellos
(como es el peinado que este ano prefiere).
Y allí está en plenitud el tono sensual
que quiso dar cuando pintaba los ojos,
cuando dibujaba los labios... Su boca, los labios
que son para satisfacer un erotismo selecto.
KIMON HIJO DE LEARJOS DE 22 AÑOS,
ESTUDIANTE DE LETRAS GRIEGAS (EN CIRENE)
"Mi fin sobrevino cuando era feliz.
Hermotelis me tenía como su amigo inseparable.
En mis últimos días, a pesar de que fingía
no estar inquieto, percibía yo a menudo
sus ojos llorosos. Parecía como si hubiera
dormido poco, caía como fuera de sí
en el borde de mi cama. Y éramos también los dos
jóvenes de una edad, veintitrés años.
Traidora es la Suerte. Quizás alguna otra pasión
a Hermotelis lo separaba de mí.
En buena hora he muerto: en el amor no compartido".
Este epitafio de Marilo Aristodemos
que murió en Alejandría hace un mes,
lo recibí yo el doliente, su primo Kimon.
Me lo envió el poeta conocido mío que lo escribió.
Me lo envió porque sabía que yo era
pariente de Marilo: no sabía otra cosa.
Llena está mi alma de pena por Marilo.
Habíamos crecido juntos, como hermanos.
Siento tristeza profunda. Su muerte prematura
cualquier resentimiento del todo me lo borró...
todo resentimiento contra Marilo -a pesar
de que me había robado el amor de Hermotelis,
y aunque me quiera ahora Hermotelis de nuevo,
no será en absoluto lo mismo. Conozco yo el carácter
sensible que poseo. La imagen de Marilo
surgirá entre nosotros, y he de creer que lo oigo
decirme: Hete aquí ahora satisfecho:
He aquí que lo has recobrado como deseabas, Kimon:
He aquí que ya no tienes pretexto para acusarme.
DÍAS DE 1909 10 Y 11
De un maltraído, pobrísimo marino
(de una isla del Mar Egeo) era hijo.
Trabajaba donde un herrero. Usaba ropa vieja.
Sus zapatos de trabajo raídos y míseros.
Sus manos estaban manchadas de herrumbre y aceite.
Al caer la noche, cuando cerraba el taller,
si había algo que deseaba mucho,
alguna corbata un poco cara,
alguna corbata para el domingo,
o si había visto en una vitrina y la quería
alguna bonita camisa azul oscuro,
vendía su cuerpo por un tálero o dos.
Me pregunto si en los tiempos antiguos
poseyó la gloriosa Alejandría un joven más bellísimo,
un muchacho 'más perfecto que él - que se perdió:
no hubo, se comprende, estatua o pintura suya:
arrojado al mísero taller de un herrero,
se hubo de acabar tempranamente por el trabajo penoso
y por una vulgar corrupción, desdichada.
Manuel del Cabral
TRÓPICO PICAPEDRERO
"Trópico Negro", (1942)
Hombres negros pican sobre piedras blancas,
tienen en sus picos enredado el sol.
Y como si a ratos se exprimieran algo...
lloran sus espaldas gotas de charol.
Hombres de voz blanca, su piel negra lavan,
la lavan con perlas de terco sudor.
Rompen la alcancía salvaje del monte,
y cavan la tierra, pero al hombre no.
De las piedras salta, cuando pica el pico,
picadillo fatuo de menudo sol,
que se apaga y vuelve cuando vuelve el pico
como si en las piedras reventara Dios.
Dentro de una gota de sudor se mete
la mañana enorme -pero grande no-.
Saltan de los cráneos de las piedras chispas
que los pensamientos de las piedras son.
Y los hombres negros cantan cuando pican
como si ablandara las piedras su voz.
Mas los hombres cavan, y no acaban nunca...
cavan la cantera: la de su dolor.
Contra la inocencia de las piedras blancas
los haitianos pican, bajo un sol de ron.
Los negros que erizan de chispas las piedras
son noches que rompen pedazos de sol.
Hoy buscando el oro de la tierra encuentran
el oro más alto, porque su filón
es aquel del día que pone en los picos
astillas de estrellas, como si estuvieran
sobre la montaña picoteando a Dios.
FECHA DEL SEXO
"Sexo y alma", (1948-1956)
Dios terrestre, plural como el verano,
trampa por donde llegan el espacio y el tiempo,
catedral de secretos sorprendidos,
tu, solo y todo, sexo.
Lo demás...
un montón de cuchillos en los ojos,
unas viudas por ti resucitadas,
un enfermo que ruega
que no laven las 'sabanas del lecho
sucio de primavera violentada,
y el sesentón sentado en sus horarios
para que en sus arrugas caigan besos
sonoros y redondos como monedas tristes
y el narcisista
que una novia tiene en cada curva
de su cuerpo que es todo, todo sexo,
y se besa y se cuida
como un número terriblemente solo.
Ahora está lloviendo pueblo adentro,
y es materia no simple
la de la costurera que cantando parece
que va cosiendo por sus huesos nombres,
y va llenando el aire de cosas masculinas:
amuletos de Juan, bueyes de Pedro;
pero, de las nieblas llegando,
sólo es Guaco,
el campanero que le llena el cuerpo
de la boda imposible de los pájaros,
porque es Guaco:
animal dulce como un fruto a tiempo.
(...)
Es que también sabemos
que cuando de tu trampa inevitable sale el tiempo,
el aire crece como un hombre;
sin embargo sólo toma altura...
sólo cuando se pone del tamaño de un grito.
Pero callemos,
que la madera grita en primavera.
TIERRA
"De este lado del mar", (1948)
Tu que estás en mi sangre como un ave que nunca
se termina de ahogar. No siempre
tú cabes en la pobre presencia de las cosas.
Nadador de mis venas, relojero sin tiempo
que en mi pecho golpeas.
Hace ya muchos años,
vendedores de agua sobre burros dormidos
madrugaban contigo por la calle entre sueños,
despertabas errante cantando
como cuando trasnochas
en la guitarra inútil como el cielo.
Y hace hoy mucho tiempo, yo decía:
Los hombres no comprenden
que por ser malos...
no comprenden...
Son los mismos que u día se me quedaron claros
porque yo los lavaba con preguntas de niño.
Y sin embargo, oh, mano,
por ti estoy ya como los otros hombres.
Siento como me empujas
sobre la larga herida de la calle.
Es pequeña tu vida mano humana que tienes
una peseta frente a las estrellas...
Ahora comprendes que te pesan los tiempos,
América te espera como carne de boda.
Pero, ya ves, aquello me crece ya hacia dentro.
Déjame que te ponga mi frente entre tus dedos.
Tú que eres siempre, mano: tierra suelta del hombre.
Déjame con tu herida,
que la sangre que sufre siempre es ala.
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