Günter Grass
Las ventajas de las gallinas de viento
Porque apenas ocupan sitio
en sus perchas de corrientes de aire
y no picotean mis domésticas sillas.
Porque no desprecian las duras mondas de los sueños,
ni corren tras las letras
que el cartero pierde cada mañana ante mi puerta.
Porque se quedan quietas
de la pechuga al penacho,
paciente superficie, escrita en letra pequeña,
sin olvidar plumas ni apóstrofos...
Porque dejan la puerta abierta
y la clave sigue siendo la alegoría
que canta de vez en cuando.
Porque sus huevos son tan ligeros
y digeribles, traslúcidos.
Quién vio ese instante
en que el amarillo se harta, agacha las orejas y calla.
Porque su silencio es tan suave,
la carne del mentón de una Venus,
las alimento...
A menudo con viento del Este,
cuando pasan las hojas de tabiques intermedios,
se abre un nuevo capítulo
y me apoyo feliz en la valla,
sin tener que contar las gallinas...
porque son innumerables y se multiplican sin pausa.
Inundación
Esperamos que cese la lluvia,
aunque nos hemos acostumbrado
a permanecer invisibles, tras la cortina.
La cuchara es colador ahora y nadie se atreve ya
a extender la mano.
Muchas cosas flotan por las calles,
cosas bien escondidas en tiempo seco.
¡Qué penoso ver las sábanas usadas del vecino!
Vamos a menudo al indicador de nivel
y comparamos, como relojes, nuestras cuitas.
Algunas cosas pueden regularse.
Pero cuando los aljibes se desborden y se colme la medida que heredamos
tendremos que ponernos a rezar.
El sótano está sumergido, hemos subido las cajas
y comprobamos con la lista el contenido.
Todavía no se ha perdido nada...
Como es seguro que las aguas bajarán pronto
hemos empezado a coser sombrillitas.
Será muy duro volver a cruzar la plaza,
claramente, con sombra de plomo.
Al principio echaremos de menos la cortina
y bajaremos al sótano a menudo
para contemplar la marca
que las aguas nos legaron.
La escuela de los tenores
Coge el trapo, borra la luna,
escribe el sol, la otra moneda
del cielo, pizarra escolar.
Siéntate luego.
Tus notas serán buenas,
pasarás al curso siguiente,
llevarás una gorra nueva y más flamante.
Porque la tiza tiene razón
y la tiene el tenor que la canta.
Deshojará el terciopelo,
ahuyentará la hiedra, medida de la noche,
el musgo, su murmullo,
todos los mirlos.
Al que toca el bajo, emparédalo
en su bóveda.
¿Quién cree aún en barricas
en que el nivel del vino disminuye?
Sea pájaro o metralla
o sólo un zumbido hasta que cruje,
porque el éter está repleto
de fines de semana y veraneos.
Tijeras que, en la sastrería,
gorjean la canción de la primavera y la costura...,
no sigas su ejemplo.
Sacando el pecho, hasta que el viento dé un rodeo.
Una y otra vez trompetas,
cucuruchos de papel llenos de cebollas de plata.
Luego paciencia.
Espera hasta que los ojos de la señora se aparten,
dos criadas descontentas.
Sólo entonces esa nota que las copas temen
y el polvo
que persigue a las molduras hasta que cojean.
Raspas de pescado, ¿quién cantará esos intersticios
al mediodía ensartado en un junco?
¡Qué bien cantaba Else Fenske cuando,
en sus vacaciones de verano,
tropezó a gran altura
cayendo por una silenciosa grieta del glaciar
y dejándonos únicamente su sombrilla
y su do de pecho!
El do de pecho, los muchos afluentes del Mississippi,
su espléndido aliento
que inventó las cúpulas y el aplauso.
Telón, telón, telón.
Deprisa, antes de que el candelabro se niegue a seguir tintineando,
antes de que las galerías se inclinen
y la seda se abarate.
Telón, antes de que entiendas ese aplauso.
Ángela Hernández
Tifus La taza de café se quiebra entre mis manos.
Mi mente incendia.
De las noches se desprenden semillas y manos delincuentes.
A veces veo una camisa blanca,
jóvenes pordioseros la apuñalan.
Entre las cosas fijas,
él va liviano.
Va lejos.
El cofre, la parafina, tos.
Ese algo de viejo entre la cama.
Él sale de madrugada a recoger imágenes,
de las que vienen por las aguas sucias.
Lleno de claridad, perdura.
Reunión Conmigo
Ha florecido el patio.
Corté la zona de mis debilidades.
Duermo con el dolor. Le soy extraña.
Es largo y desconocido el camino
de volver hacia mí.
El fuego que vieron arder mis ojos.
El agua sobre el cuerpo.
El aire sin nombre ni dirección.
La arena llena de cosas milenarias.
Mis pies han olvidado.
Y mi corazón danza bajo el látigo del amor.
Los poetas enferman como las manzanas.
Se ha borrado el lenguaje de lo eterno.
La verde primavera ríe oscura.
Que el silencio me purifique.
Que la soledad me alumbre.
Ahora soy Galatea. Anónima espora.
Tengo que morir a la servidumbre.
Olvido ser mujer. Olvido ser alguien.
Olvido la juventud y la vejez.
El mundo está espléndido.
¿Cómo pueden no verlo mis entrañas?
{Del libro Arca Espejada}
El orden de lo finito
Estoy soñando contigo, dice una voz en la noche.
Camino sobre un espejo lívido. Tal vez la mar.
Monstruo indefenso. Pueblo tierno de césped.
Ronronea.
En cercanía, luciérnagas, brevísimas piedras,
hunden la oscuridad.
Del otro lado surgen filamentos de hierba.
En el cielo un relámpago, sonrisa de enigmática
presencia.
Estoy soñando contigo
Fíjate en las flores de las cañas.
Sedosas.
Fluctuantes.
Flotantes.
Velos en mi sangre soplados por tu boca.
Dice una voz en la noche
Hay un grano de polvo,
un rosal que levita en nuestro patio.
Sylvia Plath
Papi Ya no, ya no,
ya no me sirves, zapato negro,
en el cual he vivido como un pie
durante treinta años, pobre y blanca,
sin atreverme apenas a respirar o hacer achís.
Papi: he tenido que matarte.
Te moriste antes de que me diera tiempo…
Pesado como el mármol, bolsa llena de Dios,
lívida estatua con un dedo del pie gris,
del tamaño de una foca de San Francisco.
Y la cabeza en el Atlántico extravagante
en que se vierte el verde legumbre sobre el azul
en aguas del hermoso Nauset.
Solía rezar para recuperarte.
Ach, du.
En la lengua alemana, en la localidad polaca
apisonada por el rodillo
de guerras y más guerras.
Pero el nombre del pueblo es corriente.
Mi amigo polaco
dice que hay una o dos docenas.
De modo que nunca supe distinguir dónde
pusiste tu pie, tus raíces:
nunca me pude dirigir a ti.
La lengua se me pegaba a la mandíbula.
Se me pegaba a un cepo de alambre de púas.
Ich, ich, ich, ich,
apenas lograba hablar:
Creía verte en todos los alemanes.
Y el lenguaje obsceno,
una locomotora, una locomotora
que me apartaba con desdén, como a un judío.
Judío que va hacia Dachau, Auschwitz, Belsen.
Empecé a hablar como los judíos.
Creo que podría ser judía yo misma.
Las nieves del Tirol, la clara cerveza de Viena,
no son ni muy puras ni muy auténticas.
Con mi abuela gitana y mi suerte rara
y mis naipes de Tarot, y mis naipes de Tarot,
podría ser algo judía.
Siempre te tuve miedo,
con tu Luftwaffe, tu jerga pomposa
y tu recortado bigote
y tus ojos arios, azul brillante.
Hombre-panzer, hombre-panzer: oh Tú...
No Dios, sino un esvástica
tan negra, que por ella no hay cielo que se abra paso.
Cada mujer adora a un fascista,
con la bota en la cara; el bruto,
el bruto corazón de un bruto como tú.
Estás de pie junto a la pizarra, papi,
en el retrato tuyo que tengo,
un hoyo en la barbilla en lugar de en el pie,
pero no por ello menos diablo, no menos
el hombre negro que
me partió de un mordisco el bonito corazón en dos.
Tenía yo diez años cuando te enterraron.
A los veinte traté de morir
para volver, volver, volver a ti.
Supuse que con los huesos bastaría.
Pero me sacaron de la tumba,
y me recompusieron con pegamento.
Y entonces supe lo que había que hacer.
Saqué de ti un modelo,
un hombre de negro con aire de Meinkampf,
e inclinación al potro y al garrote.
Y dije sí quiero, sí quiero.
De modo, papi, que por fin he terminado.
El teléfono negro está desconectado de raíz,
las voces no logran que críe lombrices.
Si ya he matado a un hombre, que sean dos:
el vampiro que dijo ser tú
y me estuvo bebiendo la sangre durante un año,
siete años, si quieres saberlo.
Ya puedes descansar, papi.
Hay una estaca en tu negro y grasiento corazón,
y a la gente del pueblo nunca le gustaste.
Bailan y patalean encima de ti.
Siempre supieron que eras tú.
Papi, papi, hijo de puta, estoy acabada.
El Coloso
Nunca podré reunirte íntegramente,
juntar, pegar, articular como corresponde
Rebuznos de mula, gruñidos de cerdo, obscenos graznidos
provienen de tus grandes labios.
Peor que en un corral.
Quizá te consideres un oráculo,
portavoz de los muertos o de algún dios
Yo llevo treinta años esforzándome
por limpiar de fango tu garganta
y no he aprendido nada.
Trepando escaleritas con frascos de engrudo y baldes de lisol
me arrastro como una hormiga enlutada
por los campos cubiertos de maleza de tus cejas
para reparar tu inmenso cráneo y desbrozar
los descarnados, blancos túmulos de tus ojos.
Un firmamento azul de otra Orestíada
se cierne sobre nosotros. Oh padre, tú solo
eres una referencia histórica tan importante como el Foro Romano.
Aquí meriando, en una colina de seres siniestros.
las columnas de tus huesos y el acanto de tus cabellos vuelven
a su antigua anarquía esparciéndose hasta el horizonte.
Se necesita más que un rayo
para crear tanta ruina.
Algunas noches me acurruco en la cornucopia
de tu oreja, a salvo del viento,
y cuento estrellas rojas y estrellas color ciruela.
Sale el sol bajo el pilar de tu lengua.
Mis horas se desposan con la sombra.
Ya no escucho más el roce de la quilla
contra las sordas piedras del embarcadero.
Danzas nocturnas
Una sonrisa tuya cae en la hierba
y se pierde para siempre.
¿Y dónde se extraviarán
tus danzas nocturnas? ¿En las matemáticas?
Saltos y espirales tan puros-
sin duda recorren
eternamente el mundo, y no me quedaré
despojada de belleza: el don
de tu pequeña vida, tu olor
a pasto mojado cuando duermes, azucenas, azucenas
que no pueden compararse con tu carne.
La cala, los fríos pliegues de su ego,
y el lirio, embelleciéndose a sí mismo-
manchas, y un despliegue de pétalos ardientes.
Los cometas
tienen que atravesar tanto espacio,
tanta frialdad, tanto olvido.
Así se desvanecen sus gestos-
cálidos y humanos, y luego su luz rosada
sangrando y desollándose
a través de las amnesias negras del cielo.
Por qué me son otorgadas
estas lámparas, estos planetas
que caen como bendiciones, como copos de nieve
hexagonales, blancos
sobre mis ojos, mis labios, mis cabellos
rozándome y fundiéndose.
En ninguna parte.
Lady Lazarus
Lo logré otra vez,
me las arreglo —
una vez cada diez años.
Especie de fantasmal milagro, mi piel
brillante como una pantalla nazi,
mi diestro pie
es un pisapapel,
mi rostro un fino lienzo
judío y sin rasgos.
Descascara la envoltura
oh, mi enemigo,
¿Aterro acaso? —
¿La nariz, las cuencas vacías, los dientes?
El apestoso aliento
se desvanecerá en un día.
Pronto, muy pronto, la carne
que la tumba devoró
se sentirá bien en mí
y yo una mujer que sonríe.
Tengo sólo treinta años.
Y como gato he de morir nueve veces.
Esta es la Número Tres.
Qué desperdicio
eso de aniquilarse cada década.
Qué millón de filamentos.
La multitud mascando maní se agolpa
para verlos.
Cómo me desenvuelven la mano, el pie —
el gran desnudamiento.
Damas y caballeros.
Estas son mis manos,
mis rodillas.
Soy tal vez huesos y pellejo.
Sin embargo, soy la misma, idéntica mujer.
La primera vez que sucedió tenía diez.
Fue un accidente.
La segunda vez pretendí
superarme y no regresar jamás.
Oscilé callada.
Como una concha marina.
Tenían que llamar y llamar.
Recoger mis gusanos como perlas pegajosas.
Morir
es un arte, como cualquier otra cosa.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
Lo hago para sentirme hasta las heces.
Lo ejecuto para sentirlo real.
Podemos decir que poseo el don.
Es bastante fácil hacerlo en una celda.
Muy fácil hacerlo y no perder las formas.
Es el mismo.
Retorno teatral a pleno día,
al mismo lugar, mismo rostro, grito brutal
y divertido:
'¡Milagro!'
que me liquida.
Luego una carga a fondo
para ojear mis cicatrices, y otra
para escucharme el corazón –
de verdad sigue latiendo.
Y hay otra y otra arremetida grande
por una palabra, por tocar
o por un poquito de sangre
o por unos cabellos o por mi ropa.
Bien, bien, está bien HerrDoktor.
Bien. Herr Enemigo.
Yo soy vuestra obra maestra,
su pieza de valor,
la bebe de oro puro
que se disuelve con un chillido.
Me doy vuelta y ardo.
No creas que no valoro tu gran cuidado.
Ceniza, ceniza —
ustedes atizan, remueven.
Carne, hueso, nada queda 00
una barra de jabón,
una alianza de bodas.
Un empaste de oro.
Herr Dios, Herr Lucifer
Cuidado.
Cuidado.
Desde las cenizas me levanto
con mi cabello rojo
y devoro hombres como el aire.
La luna y el tejo
Esta es la luz de la mente, fría y planetaria.
Los árboles de la mente son negros. La luz es azul.
Las hierbas se lamentan a mis pies, como si yo fuera Dios,
hiriendo mis tobillos murmuran su humildad.
Espirituosas brumas humeantes habitan este lugar
separado de mi casa por una hilera de lápidas.
Simplemente no puedo ver si hay un sitio adónde ir.
La luna no es una puerta. Es una cara por derecho propio,
blanca como un nudillo y terriblemente turbada.
Arrastra al mar detrás de sí, como un crimen oscuro;
y está en calma
con el bostezo en O del total desencanto. Yo vivo aquí.
Dos veces cada domingo las campanas sobresaltan el cielo-
ocho grandes lenguas afirmando la Resurrección.
Finalmente, ellas proclaman con sobriedad sus nombres.
El tejo apunta hacia arriba. Su forma es gótica.
Sus ojos se elevan por sobre él, y encuentran a la luna.
La luna es mi madre. Ella no es dulce como María.
Sus vestiduras azules sueltan pequeños murciélagos y lechuzas.
Cómo desearía creer en la ternura-
el rostro de la efigie, dulcificado por las velas,
inclinándose, sobre mí en particular, con ojos indulgentes.
¡He caído tanto! Las nubes están floreciendo,
azules y místicas sobre el rostro de las estrellas.
Dentro de la iglesia, los santos serán todos azules,
flotando con sus pies delicados sobre los bancos fríos,
sus cabezas y sus caras rígidas de santidad.
La luna no ve nada de esto. Ella es calva y salvaje.
Y el mensaje del tejo es negrura -negrura y silencio.
Fiebre: 39,5º
¿Pura? ¿Qué significa eso?
Las lenguas del infierno
son torpes, torpes como las triples
lenguas del torpe y obeso Cancerbero
que jadea en la entrada. Incapaz
de eliminar de un lengüetazo
la crisis febril, el pecado, el pecado.
La yesca clama.
El olor indeleble
de una vela que se apaga!
Amor, amor, el humo a baja altura ondula
a mi alrededor como las bufandas de Isadora, y temo
que una de ellas se enganche y ancle la rueda.
Esos taciturnos humos amarillos
crean su propia atmósfera. No se elevan,
se arrastran en torno del globo
sofocando a los ancianos y a los mansos,
el débil
bebé del invernadero en su cuna,
a la lúgubre orquídea
que cuelga en el aire su jardín colgante,
demoníaco leopardo.
La calefacción la tornó blanca
y la mató en una hora.
Untando los cuerpos de los adúlteros
como una ceniza de Hiroshima, y consumiéndolos.
El pecado. El pecado.
Querido mío, toda la noche
estuve fluctuando, encendiéndome, apagándome.
Las sábanas llegan a pesar como el beso del libertino.
Tres días. Tres noches.
Agua con limón, agua
de pollo, el agua me da arcadas.
Amapolas en julio
Pequeñas amapolas, llamitas infernales,
¿es que daño no hacéis?
Se apagan y reviven. No puedo tocarlas.
En su fuego pongo las manos. Nada se incendia.
Contemplarlas me consume
Llameando así, su rojo ajado y brillante como piel
de alguna boca.
Una boca recién ensangrentada
pequeñas faldas sangrientas!
Hay efluvios que no puedo asir.
¿ Dónde están tus opios, tus asquerosas cápsulas?
¡Si pudiera desangrarme y dormir! -
¡ Si pudiera mi boca unir a una herida así!
Oh, vuestros líquidos rezuman en mí, cápsula de vidrio
Apagándose y aquietándose.
Mas, sin color, sin color. Descoloridamente.
Hombre de negro
Reciben el ímpetu
y se amamantan de la mar gris
A la izquierda y la ola
abre su puño contra el elevado
promontorio alambrado de púas
De la prisión de Deer Island
con sus cuidados criaderos,
corrales y pastos de ganado
A la derecha, el hielo de marzo
abrillanta aún los pocitos en las peñas,
acantilados de arenas penetrantes
se levantan de un gran banco de piedra
Y tú, contra esas blancas piedras
caminabas en tu ófrica chaqueta
negra, negros zapatos, cabello negro
Te detuviste allí,
detenido vértice
en la punta lejana,
afianzando piedras, aire,
todo ello, al unísono.
Canción de amor de la joven loca
"Cierro los ojos y el mundo muere;
levanto los párpados y nace todo nuevamente.
(Creo que te inventé en mi mente).
Las estrellas salen valseando en azul y rojo,
sin sentir galopa la negrura:
Cierro los ojos y el mundo muere.
Soñé que me hechizabas en la cama
Cantabas el sonido de la luna, me besabas locamente.
(Creo que te inventé en mi mente).
Dios cae del cielo, las llamas del infierno se debilitan:
Escapan serafines y soldados de satán:
Cierro los ojos y el mundo muere.
Imaginé que volverías como dijiste,
Pero crecí y olvidé tu nombre.
(Creo que te inventé en mi mente).
Debí haber amado al pájaro de trueno, no a ti;
Al menos cuando la primavera llega ruge nuevamente.
Cierro los ojos y el mundo muere.
(Creo que te inventé en mi mente). "
Límite
(El último poema que escribe Sylvia, a la víspera del suicidio:)
La mujer alcanzó la perfección.
Su cuerpo muerto muestra la sonrisa de realización,
la apariencia de una necesidad griega
fluye por los pergaminos de su toga,
sus pies desnudos parecen decir,
hasta aquí hemos llegado, se acabó.
Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes,
uno a cada pequeña jarra de leche ahora vacía.
Ella los ha plegado de nuevo hacia su cuerpo;
así los pétalos de una rosa cerrada,
cuando el jardín se envara
y los olores sangran de las dulces gargantas
profundas de la flor de la noche.
La luna no tiene por qué entristecerse,
mirando con fijeza desde su capucha de hueso.
Está acostumbrada a este tipo de cosas.
Sus negros crepitan y se arrastran.
Nicanor Parra
El Hombre Imaginario El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario
Cartas a una desconocida
Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿dónde estarás tú? ¡Dónde
estarás, oh hija de mis besos!
La Poesía Terminó Conmigo
Yo no digo que ponga fin a nada
no me hago ilusiones al respecto
yo quería seguir poetizando
pero se terminó la inspiración.
La poesía se ha portado bien
yo me he portado horriblemente mal.
Qué gano con decir
yo me he portado bien
la poesía se ha portado mal
cuando saben que yo soy el culpable.
¡Está bien que me pase por imbécil!
La poesía se ha portado bien
yo me he portado horriblemente mal
la poesía terminó conmigo.
Test
Qué es un antipoeta:
un comerciante en urnas y ataúdes?
un sacerdote que no cree en nada?
un general que duda de sí mismo?
un vagabundo que se ríe de todo
hasta de la vejez y de la muerte?
un interlocutor de mal carácter?
un bailarín al borde del abismo?
un narciso que ama a todo el mundo?
un bromista sangriento
deliberadamente miserable?
un poeta que duerme en una silla?
un alquimista de los tiempos modernos?
un revolucionario de bolsillo?
un pequeño burgués?
un charlatán?
un dios?
un inocente?
un aldeano de Santiago de Chile?
Subraye la frase que considere correcta.
Qué es la antipoesía:
un temporal en una taza de té?
una mancha de nieve en una roca?
un azafate lleno de excrementos humanos
como lo cree el padre Salvatierra?
un espejo que dice la verdad?
un bofetón al rostro
del Presidente de la Sociedad de Escritores?
(Dios lo tenga en su santo reino)
una advertencia a los poetas jóvenes?
un ataúd a chorro?
un ataúd a fuerza centrífuga?
un ataúd a gas de parafina?
una capilla ardiente sin difunto?
Marque con una cruz
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