lunes, 11 de noviembre de 2013

Opúsculo del suicidio




Tú armabas las rupturas de los espejos de Dios en tiempo del cólera, 

dijiste de los patricios la fantasía de las modas y otros especímenes. 
Inventaste los alcaloides, asumiste presencia en los semáforos 
de la tarde sin importarte las caras que miraban tu desnudez de ella 
en oficinas y pasillos de hospitales cuando se perdía la confianza 
de la poesía en el asfalto y las ventanas. Ella y tú dejaron de creer 
en los astros, en la economía de Ares y las lenguas de los reptiles. 
Ven Augusto, escucha el llamado, parte hacia fronteras a encontrar 
tus muertos. Apenas mirarán tus ojos en el café y el postre, 
en el obsequio del amor maldito, en aquellas sombras del arte. 
Aquí el amarillo y el rojo existen en transacciones de sonámbulos, 
en espacios minimalistas por aparatos y estaciones de guagua. 
Augusto, hijo del homicidio y el suicidio, las parteras acunan los planetas 
que hoy se desprenden incalculables, y tú sueñas por el agua.

2 comentarios: