martes, 10 de agosto de 2010

Poetas de las Miserias (Entrada #14)

Tecnicismo


Otras abnegaciones

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El trópico ha retado a su propia analogía en bajos instintos de sí mismo. Esta cruel verdad alquimia no será el astro oscuro de las niñas ni de las mujeres singadas, sino las manos del escultor, el imaginario del pintor, las palabras mal bien dichas mostrando la verdad oculta en la misma verdad de la “Tragedia Humana”. Cuando descubrió ficcional sus aventuras —y no es que la halló sino que tuvo la brillante idea de la Poesía— se dijo a sí mismo: Vale hombre, por algo naciste, no. Singas y singas, eso es lo único verdadero y ridículo de esta triste historia de monos. A cambio, si no singas estarás perdiendo el tiempo de trabajar en oficinas. ¿Por qué cuento que lo encontró —eso de ficcional o hacerse el imaginario? Porque cansado de la cotidianidad, de la automatización que destruye el alma del ser creativo, se fue a París a reencontrarse en sueños; y como todo ser humano —uno más que otros— tuvo la tremenda necesidad de escribir historias. Y con esa fuerza verbal y sustantivada, con esa pasión lucífera, con esas imágenes encarnizadas, por ese gusto por lo grotesco, nos da increíbles historias. Nunca antes nadie, en aquella época, se había atrevido a publicar unos libros de tantas lascivias, promiscuidades, de un yo narrador bordeando la locura enferma de un ser degradado, pero a su vez con un lirismo tal que nos deja zombis, inertes, boquiabiertos de todas partes del cuerpo, encontrándonos en esos personajes, porque en nuestros subconscientes, allá en las remotas regiones de nuestras esencias, somos así aunque no lo queramos aceptar, como se ha referido un poeta sobre varios textos: “las imágenes no dejan de ser promiscuas y terribles, pero hermosas a la vez, válidas para crear literatura”.



2
Más allá de los símbolos para una propuesta alternativa, mitificación de personajes tomados al azar y en esto encontramos una honda y sistemática investigación sobre los símbolos-personajes sobre la base de selección: Gobernadores del rocío de Jacques Roumain; Mi compadre el General Sol de Jacques Stephen Alexis; El palo ensebado de René Depestre; Dos peso de Agua de Juan Bosch; El Masacre se cruza a pie de Freddy Prestol y Sólo cenizas hallarás (Bolero) de Pedro Vergés.

La génesis está apegada al método artístico científico. Se plantean objetivos válidos a la investigación enumeración como a los elementos que contribuyen a una mejor comprensión de las literaturas caribeñas en cuanto a las formas simbólicas-personajes, de signo e ideología hasta la mitificación. Además de las propuestas político-ideológicas vinculadas a los personajes-símbolos, la tipología de estos símbolos y la oralidad popular. El proyecto estético-ideológico en la literatura, así como los posibles sistemas de referencialidad identificando los elementos coincidentes y diferentes a partir del análisis de los símbolos-personajes.

La autora expone un amplio vistazo a los acontecimientos más importantes en la historia de la isla de Santo Domingo, poniéndonos algo clave para entender y comprender los textos seleccionados. Someramente nos concientiza en los diferentes movimientos surgidos en la isla a partir de 1917.

El presente trabajo está dividido en tres grandes capítulos: El primero plantea las bases teóricas afirmándose en las teorías del referente de Thomas Lewis, la de los signos según Pierce y la de Humberto Eco. Por igual la del simbolismo, el principio de analogía, la lógica simbólica y la semiótica hasta llegar al interpretamen o interpretante.

Pero los símbolos se asimilan a la categoría interpretante: “En este análisis de símbolos-personajes en la literatura […], entendemos que estas figuras como categorías literarias que, inscritas a su vez en la teoría semiótica se asimilan al interpretamen, o sea, son signos que refieren a otros signos en la representación de una realidad determinada… en este estudio no buscamos el sentido simbólico de las obras sino la interpretación simbólica de determinados personajes, cuyas características o acciones, de acuerdo con nuestra visión, les convierten en símbolos… destacando el valor simbólico que adquieren en la obra y su carácter de interpretamen de realidades extratextuales”. Como podemos intuir, para la autora estos símbolos son figuras del lenguaje.

En las obras seleccionadas observamos que la estructura histórica está marcada por la diferencia, la desigualdad, la visión de mundos diferentes, una cultura marginada y la oralidad popular como elementos socio-históricos. Es cierto que los referentes en la literatura se constituyen en la plataforma de una cultura popular, las cuales, como se afirma, tienen su asiento en los grupos sociales marginados, y la experiencia de cada personaje-símbolo se convierte en un conocimiento de tradición. Cada autor posee un referente sociocultural determinado por la práctica de los hablantes inserta en los textos como creación literaria, dado que los símbolos-personajes forman interpretantes creando así nuevos significados por encima de los textos.

En este texto se analiza la configuración textual de los símbolos. ¿Cómo asume la autora los símbolos-personajes? “son los pórticos que nos comunican con el mundo de significados que constituyen la obra literaria en sí misma, y con realidades ausentes que ellos logran despertar, sugerir, recordar, en nosotros”.

Lo importante es la figura humana que aparece como una construcción simbólica y mítica. Según por lo visto, en el texto, hay símbolos que nacen desarrollándose a la misma vez que el proceso de producción textual, convirtiéndose al final en mitos. A estos les llama Símbolos Progresivos. En una segunda categorización están aquellos que desarrollándose como símbolos en el texto mantienen este perfil no transformándose en mitos, los cuales llama Símbolos regresivos.

Los símbolos-personajes de los tres primeros textos son ascendentes: de menor a mayor grado. Vienen de un estado precario, catastrófico, difícil hasta convertirse en mitos trascendiendo más allá de las propias historias. Mientras que en los otros los símbolos-personajes son seres fuera de lo común, excepcionales, engreídos, persistentes, tercos, superiores a todo lo que le rodea, son símbolos regresivos: de mayor a menor. Porque sucumben frente a sus realidades adversas. Dado el significado antropológico, sociológico y sociocultural los símbolos-personajes de las primeras obras son de una calidad de esperanza y los de las segundas se adhieren firmemente a un pesimismo avasallante.

¿Pero por qué los personajes-símbolos de una narrativa al final se degradan, mientras que en la otra, aunque cada uno muere al final de las historias, adquieren lo transcendental pasando de símbolos a mitos? Esta pregunta se contesta de forma clarividente, y desde mi punto de vista esto ocurre por la tradición de cada uno. Por lo comprobado unos creen en su nación como un proyecto de vida y esperanza posibles. Sabemos que ellos poseen una cultura muy diferente a la del oriente de la isla, los cuales fueron colonizados por los franceses, aunque su lengua oficial es el francés crearon un idioma común para la gran mayoría de los estratos sociales de su país: el creole, por igual una religión: el Vudú, y amén de su forma de vida. En cambio los autores que poseen la tradición sociocultural española, por los procesos históricos desgraciados y malvados, no por la igualdad de invasiones a ambos países de parte de los Estados Unidos, sino, y esto es viejísimo, por la inserción de una larva pastando en nuestros cerebros llamada el pesimismo, de no creer en poder ser proyecto de nación, por nuestra característica de siempre: esperar algo sin hacer nada, por temor al fracaso, a la pesadez abrumadora de vernos sujetos a una empresa y esta por algún motivo colapsa y ya no creemos en nada sin ver la posibilidad de levantarnos.

En cada uno de los textos de los autores orientales encontramos que los símbolos-personajes desean, necesitan un cambio de vida como en los textos de los occidentales, pero la realidad lo sumerge en un ambiente negativo, paupérrimo, resignándose al derrotero, recayendo en la inactividad de ser alguien.

¿Cómo se convierten los personajes en símbolos hasta ser mitos? Lo interesante, por ejemplo, Manuel de Gobernadores del rocío, Hilarión de Mi compadre el General Sol y Henri Postel de El palo ensebado, como se dijo, al final de las historias mueren, pero existe el poder femenino continuador, relevo, de las visiones de cada uno. Como afirma la autora, estos personajes-símbolos guardan una estrecha relación con los evangelios de la Biblia, en pocas palabras con Jesús, dado que María de Magdala quien vio y transmitió a los demás seguidores de Cristo su resurrección para así darle continuidad al hecho convirtiéndose en mitificación.

Remigia de Dos peso de agua; el narrador personaje de El Masacre se cruza a pie y Freddy, Lucila y Sotero de Sólo cenizas hallarás son símbolos regresivos, ahora bien, el narrador personaje de El masacre se cruza a pie guarda una gran similitud con el personaje-símbolo Hilarión de Mi compadre el General Sol, una por el hecho histórico de la matanza del 37 y otra porque según los textos van evolucionando se intensifican las historias. El primero sufre hasta la degradación y el otro, aunque muere, rompe los límites de la simbología hasta llegar a la mitificación.

En el texto Sólo cenizas hallarás los personajes-símbolos Lucila, Sotero y Freddy guardan desigualdades ideológicas dando interpretamen diferentes pero en la obra en sí hay una vejación de fracaso. No obstante, y no es que defienda a nadie, sino porque sabemos que la creación literaria está sujeta a la multivocidad y observando el devenir de cada uno de los personajes-símbolos en sí mismos nos damos cuenta que aunque no se convierten en mitos se debe a que no hay en las obras en sí continuadores de sus hechos para convertirse en mitos. Lucila recae en el fracaso rotundo porque salió en busca de un porvenir mejor pero la realidad es otra, donde regresa a su tierra llena de pesadumbre, sin creer en que se puede llegar a las utopías realizables. Pero si vemos a Freddy que consigue una visa para ir a los Estados Unidos, como la mayoría de los dominicanos que tenemos una cultura de emigración, guarda la esperanza de reivindicarse económicamente fuera de su país, por igual está Sotero que cuando va a la granja, a su proyecto de una transformación de vida la encuentra abandonada, raquítica con un letrero: Se vende esta propiedad. También el caso de Remigia que aunque un fenómeno sobrenatural la enviste desgraciadamente, su terquedad, persistencia en que todo pasará piensa: Después de esto sembraré batatas. ¿Acaso de forma literal en sus últimas frases y acciones estos personajes-símbolos en sí mismos (me refiero a Sotero, Freddy y Remigia) y no en la obra en sí no refieren o reflejan sinónimos de esperanza, de cambio en una sociedad destrozada por los hechos históricos?

Es rotundo que hay un sistema referencial en ambas literaturas. ¿Cuáles son estos referentes en las creaciones literarias seleccionadas? Como podemos apreciar, estos referentes son del tipo dialectal, la realidad histórica, “sirviendo los símbolos-personajes como punto de partida para una lectura determinada o interpretación de cada obra”.

Los referentes de los símbolos progresivos son: de carácter histórico cultural e ideológico. “El referente de las obras está constituido por un complejo de ideas y representaciones, que conlleva una reacción crítica frente a la estructura social injusta y la propuesta de otro modelo social”.

Los referentes de los símbolos regresivos en su conjunto son: la tierra, el poder económico, la dictadura y postdictadura, disposición para destruir los vestigios de la tiranía, el deseo de una nueva sociedad bajo otros modelos paradigmáticos. En Dos pesos de agua los referentes están en la relación del campesino con la tierra y con la naturaleza, la cultura oral popular. En El Masacre se cruza a pie está lo alienante, perversión producida por la dictadura y el problema contradictorio de las relaciones dominico-haitianas. Y en Sólo cenizas hallarás el referente tiene como base la crisis de la conciencia nacional dominicana a raíz de la muerte de Trujillo, con esto “el resquebrajamiento de un conjunto de valores y antivalores, de las contradicciones que el hecho generó”.

Es importante advertir aquí las frustraciones de los personajes remitiendo el importante problema de la identidad dominicana que es abismo tragándonos los huesos.

Al final hay un el grado de similitud, el vínculo que las obras en sí guardan y la dinámica del proceso de significación en los textos. “Este conjunto de obras estudiadas contienen una doble propuesta, estética y política, poniendo en relieve una importante corriente literaria de ambos países”.

De esta forma como expresa la autora, “la investigación realizada constituye un paso de avance en la ampliación de estudios comparativos y regionales del Caribe… Es importante porque estimula el trabajo de sistematización y los esfuerzos por explicar la poética que subyace en la variedad lingüística y temática de la literatura caribeña”.

Debo significar que estos personajes transformados en símbolos en los textos en sí hasta la mitificación se convierten en conocimientos que no los dan las ciencias ni la filosofía.

                                                                                                         Ponencia sobre la simbología por Estanislao Pérez de P. E. R.
                                                                                                                Más allá de los símbolos para una propuesta alternativa

Abril del 2008
París, Francia


3

He tomado varios títulos e ideas absurdas buscando el traste y los contornos de la poética de este libro del que conozco parte de sus poemas y del cual formo parte, de una u otra manera.

Lo primero que debo advertir es que el libro es una destrucción del lenguaje y sobre todo de la imagen, desconstrucción que busca formar su mundo al que hace mi querido personaje Bizarro en busca de la antítesis del mundo Kriptoniano de Superman; pero bien, no sólo podemos abrir la primera página y comenzar a leer, pues Aparicio desde un principio nos va advirtiendo con un balde de agua fría hacia qué territorios estamos entrando, dividiendo su libro partes inexactas y atadas sólo por aristas imposibles.

Desde un principio el autor nos abruma con reflejos de una infancia (imaginaria o con sus sesgos de su infancia propia) que nos va imbuyendo y haciéndonos parte cómplice de la misma al dejarnos ir observando los pasajes que la componen; podemos ir observando como aquellos padres, a los que tanto le debe y no desea pagarles sino con una despreciada gratitud por el mundo que le dieron a conocer y embeber como si fuera el último trago del día, porque el siguiente no sabremos cuándo lo tendremos, porque la violación de las imágenes formadas por lo aprendido no será otra cosa que una posible pesadilla, le reclama que exprima su cabeza y haga florecer, brotar lo que sus entrañas gritan:

dolor que nos es dolor sino un irse olvidando en la muerte hacia la vida del todo mojada

Entonces, ¿cuáles son los dolores de Aparicio?, la muerte que no es muerte sino un malgastarse en reincidir indefinidamente en esta vida que esos dioses nos han endilgado como un préstamo personal al más alto interés; sí, también Aparicio nos hecha en cara que somos parte de un burdel en el que las putas no son putas, sino putos, chulos que nos acarician las manos mientras les dedicamos un poema de desamor, porque poseer no está en su lengua y mucho menos en esos cuerpos mutilados que pueblan estos poemas.

Avanzamos no sin cierta rapidez por este manojo de textos en donde comienzan a cobrar su importancia la ciudad, los productos farmacéuticos con sus propiedades opiáceas, la relación de la pareja en su normalidad, aunque esta incluya el homosexualismo y el lesbianismo también como una normalidad más, como un producto que habíamos olvidado y que hemos vuelto a recoger, la liberación dentro de esa cordura impuesta sobre estamentos y observaciones pautadas por una enfermedad llamada sociedad. Y así la transparencia del cuerpo adormido dentro del cuerpo del amante nos permite buscar y ahondar en la conciencia que se desplaza dentro del poemario:

Porque cada poeta construye su propio mundo de temas a poetizar. Algunos se ahogan en su propias miserias, otros intentan dibujar o desfigurar el paraíso que nunca tendrán; muy pocos pueden lograr insertarse en los espacios ajenos con la propiedad cercana a la experiencia vivida. Es lo que se le suele imputar, desde que ha leído sus textos en público.

Sus poemas son tan verosímiles en su voz que, ya quisiéramos encontrar algún viso suyo en cualquiera de los hombres y mujeres que hablan en sus textos. Poesías que relatan las experiencias con seres que eligen mirarse ante el mismo espejo. Humanos que, desde nuestra perspectiva de contradecir lo desconocido, se enfrenta cada día y cada noche a realidades fuertes, que requieren el carácter y la determinación que la cobardía no conoce.

Estos poemas son en extremos sinceros, no se guardan nada y, sin embargo, no lo dan todo, para que podamos intuir mucho más de lo que las palabras nos permitan inferir. Aquí los versos en prosa son limpios, escondiendo las manchas que solemos imputar al amor entre iguales. El texto es un conjunto de historias que se valen de la estructura de la prosa poética para embellecer la oscuridad que aún persiste en ese mundo que insistimos en mirar al revés.

Fragmento tomado de la Agencia EFE (C. N. y D. C.)

Junio del 2007


4

Todo transcurre un jueves de poesía. El tiempo marca el compás melancólico en cada segmentación, un violín que parece ser el día marcado, la partitura y la tragedia que es esta especie mofada por una sociedad convencional y que no soporta la realidad del nuevo sexo.

Desde siempre estos seres (súcubos, sodomitas, hermafroditas, travestis, lesbianas, homosexuales, transexuales, como le quieran llamar) han existido. Nuestra sociedad alienada por una caterva de asociaciones minimalistas, bagajes donde el macho macho perpetúa el ritmo, no soporta que una persona común y corriente suceda o se acomete en su esencia. Por esto los andróginos han gozado de la clandestinidad, reservando el empoderamiento de su maleable realidad de sueños. Algunos y algunas, que no aguantan y salen y gritan: soy y seré a pesar del rechazo, de las humillaciones y de los señalamientos ofensivos del mezquino acontecer que ni sabe dónde diablos está parado.

El nuevo sexo, que en estos tiempo ha conquistado a fuerza de siglos y de muertes un lugar en los escenarios, rinde homenaje al arte, a la poesía, y aunque no ha sido un tema explotado por la tradición literaria de Santo Domingo, hay artistas que se atreven a mostrar sus experiencias míticas y espirituales, transformando su realidad, su entorno, porque está contra de lo mismo de siempre, esa rutina diaria en que vive la supuesta humanidad normal. Por eso el artista toma al Jueves, que es el día del travestismo y lo fabula en una historia llevada a la poesía que ocurre en ese mismo Jueves en diferentes instantes, en distintas verdades de vidas que nos trastornan y nos dicen: cuánto sufre este maravilloso y bello ser humano, y la poesía, esa que nos muestra una historia, es casi inusual en la tradición poética de nuestros ancestros inmediatos, una tragedia que poco a poco va mutando casi en una epopeya citadina.

Por ahora no comentaré de la musicalidad del poemario, quizá deba enfocarme más en el ritmo interno de los versos, ya sea en versolibrismo o prosa poética, pero no, aunque importe la musicalidad, el tratamiento de este acaecer es dirigido al tema del dolor, del sufrimiento de este personaje símbolo de una sociedad marginada, vilipendiada y torturada a base de psiquismo hasta llegar al homicidio, a la estructura en sí de Jueves, no en los seis fragmentos o partes, sino en la estructura poética-escritural que se ha apoyado el escritor. Como algo fuera de contexto, hay insertados poemas en prosa, tal vez proponiendo al lector de que hay una ruptura, una anomalía, un juego que nos sumerge y nos emerge en otro acontecer diario y vemos que el poemario inicia con una advertencia, abriendo un telón de teatro para mostrar, con el árbol edénico, de donde hipotéticamente toda la maldad se origina y ese origen es un final antes de concluir el texto, porque a través de la muerte, quizá el personaje se ha liberado de su condición humana y no de su condición invertida por convicción de fe. Hay lamentos nostálgicos, susurros que enloquecen al personaje por ser —como ya se dijo— una especie oprimida, el otro sexo que no cuenta, y la añoranza por ser libre, ese sueño que se tropieza con la amarga y púdica realidad que vemos en revistas y periódicos de todos los días.

Como tragedia al fin, la tiranía social cobra una víctima y todo es opacidad, casi una oscuridad en la trastienda de los centros comerciales, en las imágenes de un joven ahuecado por las explosiones, en los bares, en cada baile rito de los barrios enfermos que nos iluminan; en esa verdad que nos alimenta y nos dice que la alienación ha jugado un papel importante para que unos patricios sometan a torturas, desde cierta distancia, al personaje. Y él tirado en la acera, ve moverse por espacios encontrados en cada pestañeo, y reflexiona, piensa en su vida, en su familia, que no lo saben pero que tal vez se sospechan de su identidad de polvo y venida, en recuerdos que no serán ya más recuerdos, sino un jueves de cualquier semana. Observa los patricios reírse de su desgracia, se vanaglorian, porque uno del otro sexo ha muerto y es un poema, un acto, porque la poesía es eso, un acto que se acomete, y en cada muerte del íncubo, representa su vida, sus trastornos, sus temores que lo hastían y lo maltratan sin piedad porque ya no hay justicia que atestigüe.

Sin embargo, en un suspiro de muerte, en un boquear de hipos, sintiendo que la grandeza se avecina, una belleza fugaz lo muerde, va siendo perseguido por ángeles sin sexos en laberintos indefinidos; y entonces hay una luz, una mísera luz de misericordia que lo introduce en el diario vivir del barrio, una espera prolongada en el abandono herida por la música, por fantasmas que asedian y roban del closet la peluca, la cajita de maquillaje, las uñas postizas, las zapatillas de tacones, los atuendos de mujer. El vacío que ahora persiste lo encontramos en la permeabilidad de lo moderno, en esa ansia de mutar en otra cosa que no se sabe en qué demonios mutaremos, pero que el personaje sabe que ese vacío del ambiente se lo debemos a la postmodernidad, al tecnicismo, a la tecnócrata resolución del ciberespacio manipulado sin consciencia.

Y como todo cobra vida en este mundo de resurrecciones inverosímiles, las palabras son entes y estos entes se mueven y se creen objetos animados, imágenes con poderes mitológicos, y el personaje de esta leyenda huye porque todo hogar tiene una historia. ¿Pero huye a encontrar qué? El semen derramado en las toallas o las sábanas a media noche, en las cloacas o en la boca, a encontrar a su amado imaginario que lo espera al otro lado del sueño. Lo onírico viaja junto a sus pestañeos, junto a las imágenes mentales al ver la muerte tan cerca de sus retinas, porque en el surrealismo y en el hipertexto o lo contextual el autor nos arrastra a aguas turbias, nos refiere a lo que será después de, como en un filme o un teatro. En cada emanación de sangre de sus huecos, el personaje la vislumbra como si todas las aguas de infinitos colores lo inundan, lo asfixian y no hay rapidez, sino lentitud que se revuelve en un lagarteo de llantos, en un carnaval sin sus mimos y sus colores de siempre.

Toda premuerte es por necesidad un insomnio. Toda vida es por acopio cotinidianidad. Y a pesar del pesimismo de este ser, existe tras esta circunstancia la elevación, eso que los monigotes de la criticidad llaman trascendentalismo. Como la naturaleza se lo ha negado todo (al travestido y a las lesbianas): por ejemplo, la vagina a una y al otro su falo, la condición de retener a un embrión en su vientre a uno, al otro su incapacidad de eyacular semen, la menstruación y el no lunar cada ciclo, a una las tetas, caderas anchas, glúteos pomposos y al otro ese cuerpo musculoso que representa la masculinidad, no se abstienen y buscan y encuentran soluciones plásticas, recomendaciones de órganos y padecen ser las fotografías de la nueva existencia. Porque ahí detrás de la ventana dialogamos con nuestras pocas verdades, con nuestro lado femenino o masculino, que nos convencen y nos hacen dudar desde la triste prehistoria hasta esta ciudad de norte que el travestis contempla desde arriba, desde que su espíritu comenzó a desprenderse de su carne ultrajada, una larga peregrinación de la historia, de la inocencia que trasporta al personaje a nuestros primeros padres edénicos y de tanto en tanto la memoria se le va desprendiendo, y siente tanto miedo que en silencio, sin boquear la muerte, aprieta el polvo que no es polvo, crucifixión del jueves, patricios que condenan y demandan el sexo porque ellos en el fondo son maricas tapados.

No obstante, el yo poético condena a los poetas que cuchichean dopándose de travestidos, alguno estallan en carcajadas, otros sin razón, gritan en cueros las palabras, porque no aguantan el sabor púrpura en sus bocas, un golpe bajo de amaneramientos inacabados como si se percibiera un asecho presuntuoso, un malabarismo de péndulos y oscilaciones que alcanza ver un acoso siniestro, un rapto patricio y de bufones que ríen sin saber reír, porque como afirma el poeta: nadie va a la muerte sin que se sueñe muerto. Y como un aluvión inhóspito todo se descubre, se pone a la vista de los transeúntes del barrio, de la ciudad, ya no le importa al personaje que lo marginen, que lo señalen como un fenómeno, el del otro sexo, sin temor. Como por gravedad, con esa intensidad que caracteriza todo el Jueves, y pese al agonizar del personaje, en su casi conclusivo desenlace, aunque el temor del travestis se perciba ante su declinación, la poesía que aquí pervive lo encumbra hasta hacerse símbolo de su mundo inconvencional, volviendo una y otra vez a su historicidad poética para darle, como ya predije, un sentido de epopeya trágica, porque el que muere por una convicción de fe es una hazaña poco identificada en la poética de hoy.

El yo poético una veces expectante y otra ya individualizada como el personaje del Jueves, cohabitan con armonía casi irreconocible, sino fuera por el desdoblamiento de primera en tercera persona del singular y el plural, a veces extraños giros en los versos y en la prosa poética que nos remiten a una segunda persona que omite y calla la simbología del travestis, en el universo que se mueve, en ese cabaret de figuras desdibujadas, templo o altar de los sacrificios, pero el sacrificio verdadero de nuestro anfibio subyace en la urbe que se despierta y como el travestido es un poeta del acto acometido en su trasportación espiritual, ya no le teme a la multitud, a ese hijo del patricio o bufón, que viola sin piedad lo más preciado que le han obsequiado, la vida; y se va convertido en una mujer en su vuelo, por las calles del barrio sin remordimientos, con ese olor a luz en su sexo retorcido, reptar por placeres indecibles o indecentes, esa aberración que recuerda al padre, a la madre, a sus hermanos, su habitación, el incesto, al cuarto de hotel que todos los días se va a encontrar con su amante, y se engalana mofándose de todos, como si en verdad presintiera que el poeta la abrazase en el banco de un parque para consolarla y le dice que desea emigrar, irse, huir a un mundo donde su procedencia no sea humillada, donde pueda sonreír a sus anchas, sin el marcado y perverso nombramiento del otro sexo con sus tetas de trapos.

El poeta afirma que la forma camaleónica del anfibio es todo hombre y es toda mujer amamantando. Y retumba una voz, un llamado a la liberación, a un dejarse ir por un vagabundeo de mariposas y flores. Pobre, pobre resonancia de campanas que daba lengüetazos y lamía las entrepiernas de los muchachos apostados en las esquinas, y no se sabe si por odio o por celos alguien le salió al encuentro para cercenarle la cara con astros y esa sensación de morir no se entiende ni se comprende, sólo ella sabe que él es ella y que en sus pestañeos moribundos, en ese lapso de tiempo microscópico, ha dejado su vida, ha donado su miserable vida en interrupciones de luces clandestinas, y mientras la multitud comulgaba alrededor del cuerpo del travestis, yo continué el camino para verme en el espejo.

Presentación del libro de poesía Jueves de J. G. por Ulises
Noviembre del 2009, Santiago Rep. Dom.


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Portapapeles. Dijimos sin observarnos bajar por las babas de un caracol. Cortapapeles. Argumentamos un matojo incierto de la noche vivida en ese pedazo de sol aplastado en los personajes entristecidos de los trenes, y en aquellos vagones el humo de los cigarrillos condensaba los movimientos en un enrarecimiento tal que era asunto de tira y vamos. Cada ser es propio de sus excentricidades, de modo que se empequeñecen en la luz paralela a las ventanillas. El viaje parecía comprender la estatua que se perdía a lo lejos, quitándose las manos para reordenar las salidas o las despedidas. Pues allí en los hoteles de Viena y Copenhague o los de Paris encontrábamos las risas de los insectos adjuntos a las presentaciones y portadas de los libros que se detenían en los breves saltos de las pinturas modernas y la poesía. Por renunciación buscaban agacharse detrás de los rieles, dudaban sus locuras, de sus bellas locuras de muchachos adultos temiendo reírse de sus propias mentiras.

Los monosílabos actúan en cada reglón establecido en las estupideces que pronunciaban con la menor facilidad de los balbuceos, bebés que se hacían adulterios, adultos que mutaban en payasos efímeros, nada menos porque las soluciones hay que encontrarlas en otros. Cada repuesta o pregunta va a dar a los canales de Saint Martin, a las plazas repletas por el vacío si se viaja a Londres sin equipaje. Los personajes hembras casi de Lesbos se tendían a lo largo en el Támesis y en los puentes, instalando el suicidio por amor a cada sustancia. Aquí todo era melancolía en sus actos, en las poesías restauradas en la ocasión que los insectos rodeaban una lámpara que se transforma en ojos y miradas a través de los ventanales.

Quisiera no prever las melodías, ni ese ritmo anatómico de la irrealidad húmeda en las babas de un caracol amaestrado, en los muchos preámbulos de telones en el teatro de los viernes porque estos personajes tienden a morir en las interrupciones de los lectores guarneciéndose bajo las escaleras y los escaparates, en los andenes de las estaciones. Vivir por vivir qué cuesta. El pago deuda la simetría del ambiente enajenado del realismo mágico con sus absurdos y sus exageraciones de lugar que ya no poseen el matiz de los derrotados y los desposeídos, ni de los que presentan la cultura sádica de los paradigmas.

Cortázar, Grass y Kundera reirían inadmisiblemente crueles de los modelos, de los juegos antípodas inclinándose a las llamadas de los dependientes o los compradores de lujos y detalles. Cada ideología colateral infringe recrear el sentido abstracto de los personajes colocados o instalados como mejor convenga a los cazadores de leones en una sabana africana o asiática.

Nulidad, en fin, queda en las posibilidades de armar cada término sin conclusión; puesto que la vida es eso, una oclusión orográfica.


6

Con solo ver y preguntar, sabré de donde diablos vienen los peces tripartitos. Susurros prenatales, conversaciones de tetas y mamadas, poesía que rueda y rueda desde la prehistoria, un artistas de nueve cabezas, de nueves meses de embarazos, muchas hambres, generaciones, siglo tras siglo, hasta la saciedad de unas hambres corroídas. Cada consecuencia seducida por un pez, por mujeres y platos de cocinas, porque cocinamos y todo anda alrededor de comer ante el fuego primigenio, de esa manipulación que no ha costado tanto. Aun se tallaban figuritas de Venus sin rostros, gordita, de grandes tetas. Aun no se sabía si tu era padre, solo era madre, dueña de cualquier montículo o congregación hecha a ritmo social en que pasar una cuerda o el abismo del metro era cagar en grupitos y socializar. En las despedidas y las reencarnaciones de siglos, los hombres, esta humanidad rastrera, se ha peleado con sus sexos opuestos, convirtiendo una raza distinta a la nuestra, el otro sexo. Seremos juzgados por ese sexo impúdico, seremos condenados sin miramientos al exilio, a muerte. El tratamiento que el sabor a pez nos ha dejado en los paladares es de condicionamiento. Reflexionar en una mujer que se mete y se lo meten. En una mujer que hace fotos de historias inventadas por un hombre pez (o tritón), un dios que aconseja mares y océanos, una fábula de nuestro tiempo que nos acusa de insensibles machos, hipersensibles cabezas abajo, pero las guerras nos convierten en hombres miseriosos, de la posible andanada de unificación de isla y Peloponeso, quien diría de esta aberración, de a aquellos que nos ven como una sola e indivisible raza mezquina. Por mucho que digan o afirmen otros, cada pedazo de tierra posee su historia, su mundo y costumbres y algo tan fuerte como la lengua, es el hazme reír de las uniones, de las ONG multinacionales, de esos organismos que promueven la discordia, la humillación. Cada cierto tiempo reaparece la misma voz y nos dice que cocinemos y las mujeres cocinan pese a las recetas ya en desuso. Cuantas comilonas llevamos, cuantas cagaderas unificadas, cuanto masticar el verbo, el sustantivo, el adjetivo, el gerundio, las conjunciones, los adverbios. Transitamos y no hemos acabado con transitar por donde nos cuesta tanto dolor transitar. Las mujeres solo paren hijas. Desde hace centurias solo engendramos hijas. Y entonces, sin embargo, ellas comandarán una vez más el destino. Porque no nos cansamos de estropearlo todo y ellas se casan de la rutina, de esta monotonía imberbe que padece cáncer y otras enfermedades poco curables. Nos veremos ahí cuidando los hogares, alimentando a los infantes, colocando los platos sucios en el lavavajillas, tendiendo la cama, lavando, cambiando pañales desechables, limpiando traseros cagados de nuestros hijos e hijas, sacudiendo el polvo del hogar, y sin preocupación esperaremos a nuestras esposas con delantal y un plumero para rendir homenaje a la perpetuidad de la especie. Pero el nuevo sexo no desea eso, sino procrear por su misma eyaculación de machos a sus hijas, y en las muertes se levanta el genotipo, la identidad de continuar con la conquista, con esa vil conquista del poder. Dice un novísimo adagio de pez susurrando al oído que la historia del hombre ha fracasado. Nuestro poeta tuvo la necesidad de ser. De encontrarse con una de estas mujeres que creen en el otro sexo. A pesar de esa convicción de sexo, el poeta la ama, a su modo, pero la ama. Le cuenta inventivas de islas y negros y mulatos porque sus ancestros vinieron de la madre tierra a recuperarse de vida. De un mismo origen iconoclasta. De un mismo destino compartido por todos. Aun no hemos terminado con el balance de la historia con sus guerras y sus muertitos baratos, de esos muertitos que han costado tanto sufrimiento, de economías derrumbándose, y ya lo diremos, no hay que temer a las comunas ni a las metrópolis, ya para qué temerle. Debemos encontrarnos con nuestras propias películas y firmar las escenas como en un cine mudo, no decir nada y esperar los destierros, esperar por fin que a los otros les de las ganas de. No importa, que sea cualquier gana, pero que nos eleven por los cielos y los montes, que nos eleven de pez y nueve mujeres en reencarnación de partos y alumbramientos. El sentido barroco de esta última preposición o proporción descansa en la frase del poeta. Nos imaginamos tres o cuatros finales. Pero solo hemos de tener un final.


7

Quizá no tenga el menor valor escribir sobre la memoria y dentro de la memoria. Sólo un desquiciado puede prever las anomalías de cada sociedad y el resto de los suicidios por encargo que nunca llegarían a concretizarse. A través del ojo miramos movimientos, procedencias, otras situaciones irreales poblando cuadras de barrios, parques consecutivos, casas llenas de marañas y anfibios, argumentos infalibles, casi una diáspora. Pero el reptar de los seres de esta historia está al otro lado de la hipérbole, una burla insecticida, un ritmo de palabras especie en vía de extinción. Malgastamos el absurdo. Un poeta puede suspenderse en sus manos. Y levitar por días enteros dentro de un recipiente llenos de serpientes no es algo insólito. A lo mejor las partículas del circo han hecho el efecto esperado en los espectadores de las contorciones de la realidad. Es una quilla incrustada en la lengua. Son fragmentos de metal ocupando el polvo alucinógeno que hizo reír cuando tocaban ese instrumento de sílabas, frases notas dejadas sin ánimo de lucro ni festín de sauces y carromatos. Esto sin lugar a dudas es un antirrealismomágico. Por alguna razón diabólica lo increíble llega de los extranjerismos. No se explica bien el top five. Es injusto que siempre creamos esta ridiculez inventada por poderes ocultos. Lo inexplicable nunca nos ha dejado, está al alcance de nuestras inútiles percepciones de lagartos. Si por lo menos tuviéramos un poco del sentido unitario y solidario de las hormigas andaríamos por otros vientos infames de los dioses africanos. En las postrimerías de un mundo incapaz de ver las deidades fusionadas nos perderíamos porque no hay ley universal que explique. Todo lo que nos han explicado carece de legitimidad. Cada evento o fenómeno en sí propio se explica del mismo modo que una serpiente mude de piel. Mostrar es contraposición a lo explicativo, y este evento muestra que La Santa se arrastra por kilómetros. El poeta estaría de acuerdo con este extraño vínculo. Eses de culebras diseminadas por su boca. Dominación de forúnculos, pus goteando desde la azotea de lo fantástico. Esto nos llamaría a pecar, a perder el juicio de buenos ciudadanos que rinden honor a una raza que por naturaleza es desordenada, guía de buey y vacas al matadero. Aparicio levitó desde su nacimiento y cuando supo ésta verdad se precipitó a tierra.


8

Como un daguerrotipo la proyección desdobla la luz, ese mal divergido por boquetes en las casas los domingos, un periódico dejado encima de la mesa con noticias malditas y poco atractivas. Así transcurre el tiempo debajo de las piedras, en capataz con látigo castigando a los esclavos de una tierra enferma, por arriba del polvo que se levanta en los caminos, en las vías deformada de un amor perro, de un amor gato surgido de la ternura del silencio, de la voz no dicha por los temores, de gritos ocultos, imágenes que llegan y se van. ¡Cuánto no hemos fallado, cuánto no hemos acertado! Son muchos tropiezos y levantamos los pies y allí aparece también esa roca que nos hace doler los huesos, la sangre derramada en fechas de miserias, en corpúsculos de tiranía, en asesinatos premeditados. Ya de eso estamos cansados, debemos buscar otros nortes, otras ideas que nos hagan seres reveladores de nuestra identidad fundada en los Perros del Señor. Allí donde existen revoluciones. Pero no de metal ni de muertes, sino de esos problemas bellacos que nos hacen ser seres humanos. Estamos cansados de lo mismo, sátrapa, despotismo, muertes por encargo, continuidad de poder, banda roja, azul, blanca, estamos cansados de lo mismo. Hoy necesitamos un cambio.


9

Las calles están vivas, serpientes envolviendo a la gente presa de un temor cuarteándoles los huesos. Con sus alas de ángeles las cubren, les dejan la piel maltrecha, convertida en azules gusanos. Ellos andan sin voces, poetas de mutaciones, con la flaqueza entre los ojos, arrepentidos cada siglo, cada segmentación liberada en las piedras, en ese cambio maldito de la piel. Son otros, son quienes ellos quisieron ser. A pesar de la evolución las máscaras quedan sin rumbos; manos aferrándose a las edificaciones antiguas, a las de hoy; pies subiendo a los altares de los aborígenes, mito de sangre, mito de huesos, mito extinguiéndose y la nueva ola del océano arremetiendo contra los acantilados de sus bocas, contra quienes se apresuran a tomar las visiones. Quedan consternados, aparecen sobre islas, recogen caracoles, espumas verdes de las algas, sobre faros lejanos y miran a través de la luz los monstruos, dioses griegos, dioses de hoy anidando sus ritos, sus defecaciones, aquellos huevos de cocodrilos y tortugas dejados en la playa; se evaporan sobre ciudades y caminan sin reconocerse, tanteando vacíos, hielos de fuego, permutaciones de tecnología. Esa gente muere, resucitan bajo escombros de aves siniestras cuando el astro oscurece al tocar música desde las profundidades de sus gargantas y escriben sales, salivas, palabras destinadas a perecer con espejos, con negras gotas de sudor y vida. Distinguir sombras torturadas asumiendo el desdoblamiento de las ventanas empequeñeciéndose, agrandándose, simulación parpadeante en un café de New York o París, es quedarse ahí sin notar el llamado de las calles polvorientas de un origen remoto. Cambian de piel en segundos, y ese tiempo es vasto, indefinición de testamentos ofrecidos a la hoguera, a la generación de espectros lamentándose del arte, de las utopías de esta gente carbonizada, de estos perros flacos buscando en basuras restos de piel, muda de siglos, guerras injustas, pasatiempo de conquistas, Praga derrotada por lagartos, nombres hechos en Guantánamo con el fin de inmortalizar los genocidios, los campos de concentración, un juego presumido en la sinfonía de la tarde. Hay dioses que bajan del cielo a comer panes, a morir de sexo en todas las formas, a beber hasta embriagarse de leche tibia en los establos y corales, a crecer en el cieno de las miserias, desnudos, sin genitales, a verse ahí, en las fronteras invadidas por caníbales. Rumor de sílabas, plaga mortífera de la noche. En las huellas han existido las manipulaciones, y la gente ni siquiera voltean sus caras para observar la catástrofe, ese sicoanalizar la vida, esta no verdad perturbadora que les hace ser quienes son dando bandazos por la orilla de la maldad y la cruel satisfacción desovando calles, aletargándose en pirámides y cientos de figuras dopadas. Mudar la lengua, arrancarse los dientes, desprenderse las píldoras de la sangre, humectar babas con los huesos y ver a esa gente patear moscas que le salen de los oídos putrefactos porque no desean reinventarse sentadas en un cómodo sillón de cuero; prefieren dormir encima de las azoteas, pájaros prehistóricos, dormir en los subterráneos, lombrices danzando en el viento, dormir como infantes en la foto de un viejo álbum. Mudar nombres por temor a los insecticidas que envenenan las plazas, los árboles y las palomas. Era un trayecto de mar y barcos encallados frente al faro, buscaban encontrar las conchas de los caracoles para adornar la habitación, pero eran piedras aplanadas que les sirvieron para rastrear el porvenir, ver esferas, mirarse en otras ciudades como seres humanos distintos, solos, con la diferencia de recordar sus vidas pasadas. Esto los llevaría a perder y a ganar: cara o cruz, águila o sol, azar dibujado en las risas, ese sin saber quienes diablos eran en realidad porque la música venía de todas partes atrayéndolos boquiabiertos a una verdad inherente a sus mutaciones de piel, de rabia infecta en sus corazones de reptiles. Hoy esa gente tiraba de un cadáver por las vías solitarias del mundo. Eran zombis ocultando sus condiciones de mamadores en los prostíbulos, rumeaban canciones en inglés, detonaban en gritos, en sobras esparcidas por las mesas. Al fin descubrieron y se alejaron con hambrunas por todas las calles de la ciudad. Todavía, no era hora de concluir se dijeron mientras se miraban los huesos de las caras y la peste.

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