miércoles, 7 de julio de 2010

Poetas de las miserias (entrega #12)

Abnegaciones

1

Ahora me viene la oscura sensación de la luz. He transcurrido las retinas para perder. Sí, perder todo hasta amar la imposibilidad de perderme para encontrar. Borrar la flor amarilla es sueño a medio reír en la vía o el boulevard de los pies atrapando el viento de las lágrimas y el grito (referencia unida a nuestra costumbre de emancipar el color ocre o verde del amor). Todo queda al borde abriéndosenos cualquier cosa, por ejemplo: óvulos y espermatozoides que pararon en toallas y pisos, en capsulas anticonceptivas y aguas. Porque empapar el cielo es digno de snobismo y perder acaso las flores nos anima volver a morir por la música y los clavos, o nos sacrifica vernos así un poco imbéciles para odiar esta distancia de sal y peces. No, los reumas se pagan con maúllos de gatos mudos y perros también mudos mordisqueándonos a gruñidos. Pero algo nos da la luminosidad de ser nosotros ante la desgracia de emigrar a otros seudosueños de amantes. Los sueños son sueños.


2

Las mediciones, fórmulas y números son tercos y, esa terquedad inmarcesible posee invisibilidad, completan el ciclo del ya para qué culpabilidad y no se cumple amar por amar. A término la razón impone causismo y efectismo. Es tarde para darme un respiro ante el fracaso de mirarme en el espejo de mi cuarto. Mi imagen me contempla, es otro rímel en tu rostro de porcelana china y árabe. Musgos danzarines bajo el velo tibio. Vi ese filme y la proyección de geisha hará el estrago necesario en sinónimos, en el economismo de mirar las siluetas desdobladas de las cifras tatuadas en nuestros corazones. Uno cuando pertenece se tiende en una esquina a ver pasar para recuperarse del cataclismo o las puñaladas por engaño. No quise apostar ni siquiera la sensatez de susurrar a los duendes y al diablo la efusión. Hoy parece mentira pero la objetividad me hace oscurecer ante la relatividad del espejo y el cine.


3

Los libros nos abren otras ventanas para mirarnos. Ensayo la brevedad apacible de no morir a los cuarentas. Un autorretrato proporciona la rigidez de mi cara o la petrificación de mi risa. Vuelvo a notar una pequeña mano seca palpando mi abdomen y mi bajo vientre hasta el desbarate de la caricatura. Una avalancha de nombres sustituyéndome por franco al decir foto pena tentación minimalismo sombras pie puentes abracadabra sin sus comas y los dos puntos. A ella le sobra la tentación de reír por quienes amamos la infranqueable apropiación de quitarnos las máscaras. Ayer creí entender el brote de las caracolas en circunstancias apremiantes. Son tan idénticas a la réplica de su voz en mis oídos. Dentro de unos días nos reuniremos a crear reptiles con alas, ángeles en proceso de hibridación: invertebradas imágenes de nuestros hijos e hijas llamándonos a encontrar el desencuentro de siempre.


4

z

Como la ciudad nos ausenta de por sí, mido cada huida a las alcantarillas o las catacumbas de las huellas. Este criterio se fundamenta en la extraña resolución de las babosas y su lentitud.

y

Las mediciones exactas son hartas de dudas y contorsiones del vuelo de un ave. El artista retiene en la memoria ausente y debe perderse en el rastro al sobrellevar las posaderas en las ramas de cadáveres en vida. Este medio lo mantiene por lo polisémico o por las traducciones del español al francés. Cada ausencia cuenta y este maleable discernimiento yace en la serpiente.

x

Como Rimbaud o los liliputienses, talló en la palabra la obsesión de los redobles y el grito. De grietas podemos hablar de ausencia y de contragolpes bajos. Digo, por el puro estremecimiento de poeta. Cuando la imperfección nos acorrala temblamos así, no en zigzag, sino temblor de fiebre. Las referencias no vienen a formar obligatoriedad de ningún modo en un idilio, están ahí para revitalizar el humor negro. Esta fórmula establece la disparidad entre Marguerite, Gina y la explicación de la derrota.

w

Si nos hallamos frente a frente podemos conversar por horas, así de simple, en un restaurante de moda. Pedimos crepé y cervezas. A fin de cuenta la irritabilidad en las palabras nos frecuenta anómalos y no tratamos de llorar si el odio nos consume. Este raro sentimentalismo proviene de los conceptos utilizados en aquellas conversaciones de taumaturgos. Por eso aprecio en sobremanera y esta discreción se basa en el valor de los xenofóbicos en los campos modernos de concentración.


5

Llevamos cientos de espasmos metidos en los sesos, evitando las inclusiones y las exclusiones. Dentro del espacio rima el ritmo de los comics para adultos y las ONG. La niebla escasa del valle acrecienta el desnudismo de Azul: perra y gato a través de nuestra única conciencia de amar sin importarnos los tranvías y la lectura de un poema bajo la lluvia de abril o septiembre. París a esta hora nos esperaría insubstancial y adiestrada en el terrorismo de los apóstoles con sus dedos de Rasputín y la barba de Marx. Por cierto, las luces doparían cada premio o accésit (mención) dejado en las migajas del desayuno. Si vuelvo el rostro al Tíbet desde la escala posaría en Play Boy o mejor pretendería ser la estrella porno de los singaderos públicos. Maldigo todo el tiempo a mi perdición, a mi voluntad sin arrepentimiento. Es la verdad, la transparencia de ocultar la incomodidad de no tener a Gina junto a mí.


6

En las ventanas de los basureros existe el gusano, pero este gusano no es una babosa dejando babas por dondequiera, sino alguien que deja vernos los males desgraciados. Cuando uno se encuentra en una calle con un conocido a veces nos habla de la malignidad, de lo injusto que serán las personas que agarran un texto de arte y lo introducen en un texto llamado antología. La queja llega por no incluir al personaje poeta en esa edición de mala calidad. Me he referido al mismo en varios documentos, es decir, que no importa que lo excluyan, le dije. Si la marginalidad nos tienta en un llamado no hay que despreciarla, al contrario, si somos los no elegidos deberíamos de estar alegre por el solo hecho de que no nos eligieran.

En otra vida alterna no importa que pongan por mera casualidad a figurear los testamentos de alguien en la publicidad de los medios masivos, que por adular un encuentro ya poseen la maravillosa ofrenda de los males del tiempo y el decoro, qué importa. Lo importante es que somos nosotros y no los otros esclavos del sistema. La marginalidad nos hace ser hombres libres de obrar con lo poco que nos dieron. Miremos la ventana que con sus goznes nos muestra la otra ventana puerta para redimirnos en el arte, en el verdadero arte de la palabra y ese gusano babosa con sus babas dejadas en su trayectoria nos lleva a quebrantar los males, a romper esa envidia que vi en el poeta cuando me lo topé ese domingo en una calle; no deberíamos temer eso, no debemos aterrorizarnos porque a alguien le den promoción. Creo que esas promociones vienen por los cumplidos: si tú a mí me comentas, yo te pongo como link pa’que la gente que llegue de vista vea el nombre y pueda linkearte. Aquí entre líneas podemos descifrar que hay algo más en esa relación de tecnócratas. Eso no nos hace más seres humanos, no. Cada acaso es dueño de su santo y su devoción. Aun puedo respirar con mis dolores, con mi libertad inventada por los contritos, con mis creencias y mis deudas, puedo a fin de todo mandar a la mierda a los panfletos y a los artículos, a la mierda y más que eso.

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